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días con la Redemptoris Mater
Padre
José Cristo Rey García Paredes cmf
Día 3: Agraciada en el amado
En
el alma de María, hija de Sión, se ha manifestado en cierto
sentido toda la gloria de su gracia, aquella con la que el Padre
nos agració en el Amado. El mensajero saludó a María como llena
de gracia; la llama así como si éste fuera su verdadero nombre
(RM, 8).
El ángel Gabriel se dirigió a María con el apelativo
kecharitomene, que significa «agraciada», «encantadora». Para
el mensajero de Dios, para aquel que había en nombre de Dios, María
es «la agraciada», es aquella mujer en la que se ha manifestado
«la gloria de la gracia con la cual el Padre nos agració en el
Amado» (Ef 1, 6). Tal agraciamiento se refleja en el nombre nuevo
que María recibe de Dios: ¡kecharitomene!. Este vocativo,
empleado en lugar del nombre propio de la Virgen, define quién es
María para Dios: la que ha sido, es y seguirá siendo objeto de
la gracia benevolente, condescendiente y encantadora de Dios. El
pasado, el presente y el futuro de María quedan recogidos
unitariamente en este nombre, con el que Dios la designa.
En el lenguaje bíblico, gracia es la actitud benévola, gratuita,
encantadora de Dios hacia los hombres. Es, al mismo tiempo, una
acción selectiva y electiva, movida únicamente por la
inescrutable libertad de Dios (cf. Ex 33, 19). A quienes Dios
elige concede su gracia, pero no como un privilegio, sino más
bien como una mediación a través de la cual la gracia se volcará
sobre el Pueblo, sobre el mundo entero. Noé, Abraham, Moisés, la
casa de David no fueron elegidos a título individual, sino como gérmenes
del pueblo de Dios. La gracia de Dios es electiva y selectiva, es
gracia de elección (Ef 1, 3s.): Dios Padre nos ha elegido
gratuitamente, sin que lo hubiéramos merecido; y nos ha elegido
para ser santos e inmaculados o íntegros en su presencia. Ser
santos e íntegros presupone todo un itinerario vital. Por eso, la
gracia de la elección es como un germen de santidad, como una
fuente que brota del alma (RM, 8). Todo esto se dice de María: ha
sido elegida en el Amado para ser santa e inmaculada. El Espíritu
ha descendido sobre ella.
ORACIÓN:
Padre nuestro, gracia permanente, que en tu Hijo amado nos
agraciaste y llamaste para ser santos e inmaculados en tu
presencia por el amor; haz que acojamos el don de tu Espíritu
para que, como María, seamos en medio de este mundo testigos de
la gloria de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuente:
ciudadredonda.org
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