|
Invitación
al cumpleaños de María Santísima...
María
Susana Ratero
Los
pájaros cantan desde los árboles más altos. Las flores se
abalanzan sobre el aire saturándolo de aromas simples. El cielo
abraza al mundo en un horizonte no tan lejano. ¿Por qué me
parece que la naturaleza es un grito silencioso de esperanzas
nuevas?
- Porque es el cumpleaños de María Santísima- recuerda a mi
alma la voz fuerte y serena del Ángel Gabriel.
- ¡Ay! Torpe de mí, que lo he olvidado- y es otro olvido que se
suma a tantos... Éstos son los olvidos que van poniendo gris el
alma.
- No desesperes, amiga- Sonríe Gabriel, para que recuerde que la
misericordia de Dios me envuelve y protege cuando más la
imploro.- No desesperes, pues aún tienes tiempo de llegar a la
gran fiesta.
- ¿Fiesta?¿Acaso en la parroquia....?
- No te hablo de esas fiestas, sino de la que el Espíritu Santo
prepara cada año para su fidelísima esposa.
- Ah! Pero, amigo ¿Cómo voy yo a asistir a semejante fiesta? No,
no soy digna...
Gabriel queda en silencio. Busca palabras y gestos para llegar a
mi corazón.
- Verás. El cumpleaños de María es, en el Reino Celestial, una
muy hermosa fiesta. Todos los ángeles suspiramos de amor por el
nacimiento de la Llena de Gracia. Todos los jardines eternos se
inundan de canto :¡Salve, Salve María!. La Santísima Trinidad
se dispone a regalarle lo que más desea su corazón de Madre: Una
gran mesa rodeada de todos sus hijos, precedida por Jesús... Y
cuando digo “todos” significa “todos”.
- O sea que... yo...¿Podría asistir?
- Claro que sí. Tu Madre te espera. No estaría completa sin ti.
No estará completa si falta solo uno de sus hijos.
- Y ¿ Cómo llego?¿Cuál es el camino?.
- El camino, amiga, parte de tu corazón. Nace de un sincero deseo
de acercarse a Ella. Recuerda que puede ver tu corazón y conoce
tus intenciones.
- Gracias, amigo. Pediré al Señor aumente mi fe y mi amor y me dé
la gracia necesaria para desear estar siempre en la preciosa compañía
de mi Madre. Pero aún no comprendo cómo llegaré al banquete, ni
cómo he de ir presentada, ni cuáles regalos puedo llevar.
- Es muy importante tu pregunta, por lo que la responderé por
partes. Primero me preguntas dónde. Mira, la mejor de las madres
jamás se aparta del mejor de los hijos. ¿Dónde hallas al Hijo?
- Pues.. en la Eucaristía. ¡Claro! Allí es el banquete. ¡La
Santa Misa! ¡La tenía tan cerca y no me daba cuenta!. Entonces..
compartiremos los hermanos “el manjar más codiciado, este pan
angelical” como dice esa canción que tanto me gusta. Gracias
amigo por ayudarme a comprender.
- También me preguntabas acerca de cómo ir presentada. Es un
punto muy importante. ¿Cómo irá tu alma al banquete? Recuerda
que el mismo Jesús te espera en el confesionario. Allí serás
preparada adecuadamente para tan precioso momento. En cuanto a los
presentes que puedes llevar a tu Madre ¿Cuál crees que le
agradará más?
Me quedo en silencio. El mejor presente para María bien lo
conozco. Pero temo no tenerlo en buenas condiciones.
- Creo, Gabriel, que el mejor regalo para ella es darle mi corazón,
mi vida, todo mi ser, para que ella me conduzca a los brazos de su
Hijo.
- Así es... Mas no olvides que tu corazón debe ir acompañado
constantemente de la oración, una oración que es un diálogo
hermoso con “quien sabes que te ama”, como bien ha conocido
Santa Teresa. Así, te acercarás a ella con el alma plena de
agradecimiento. Cuánto más sincero sea tu agradecimiento más
pronto llegará a su Inmaculado Corazón. Después, ofrécele tu
corazón así como está. Con llagas y dolores, con tristezas y
preguntas, con la sencilla alegría de tus días. Ella lo tomará
gustosa, lo protegerá con sus delicadas manos y, con sus besos
purísimos, curará todas sus llagas. Luego… luego dile cuánto
la amas. Díselo por todas las veces que no se lo dijiste. Díselo
por todos los que no pudieron decírselo. Díselo también por
todos los que no supieron. Ella se alegrará y sentirás su abrazo
en las profundidades de tu alma. Más, no te inquietes si pasea su
mirada por los bancos vacíos de la Parroquia. Quédate en
silencio junto a Ella, para hacerle compañía. Seguro te contará
que, en su fiesta soñada, cada hijo estaría en su banco... en el
sitio que Ella le ha cuidado amorosamente. Te dirá que los espera
todos los días, que les ve caminar por la vida entre alegrías y
tristezas, soledades y compañía, certezas y dudas. María
quisiera decirles cuánto les ama, por eso les esperará siempre
junto a los bancos vacíos.
El ángel Gabriel y yo nos quedamos en silencio un rato. El corazón
nos viaja por el mundo contemplando los sitios que quedan vacíos
en tantas misas. No soy juez de nadie, pues ni siquiera puedo
recordar los motivos por los que, mi propio sitio, muchísimas
veces estuvo vacío.
Sé que, en cada lugar vacío hay un dolor, una soledad, una
distancia...
Gabriel se va alejando entre las flores y los naranjos del patio
de mi casa. Me queda en el alma el recuerdo de este momento. De su
invitación al cumpleaños de María.
Tomo papel y lápiz. Transformo en letras los sentimientos que me
desbordan el corazón.
Te dejo este relato, María querida, como un regalo más en tu
cumpleaños.
También lo mandaré a mis amigos, quizás le llegue al del banco
vacío, como un simple recordatorio de que hay un lugar en el
mundo que tiene su nombre, que no puede ser ocupado más que por
él. Un lugar en el que le espera su Madre Celestial para
abrazarle, consolarle y amarle, como nadie lo ha hecho jamás.
Feliz cumpleaños, Madre querida, te abraza tu hija, la que muchas
veces te dejó esperando... la que buscaba la paz y la felicidad
por otros caminos. La que no sabía que tu tenías mil regalos
perfumados, esperándola, en silencio, junto a un banco vacío.
|
|