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Carta
a un devoto del Corazón de María
San Antonio
María Claret
San
Antonio María Claret escribió esta carta en 1864, año en que se
publicó el opúsculo
Las tardes de verano, con el que
guarda algunos paralelismos al exponer la doctrina sobre
la
Virgen. Le
movió a ello la petición de un devoto que deseaba crecer cada día más
en esta devoción. El Santo le dice: «No podíais pedir cosa más de mi
gusto». Así manifestaba, una vez más, su profundo amor filial hacia
la
Virgen
,
que había crecido en su corazón ya desde la infancia.
En
este opúsculo, que no se publicó en vida del Santo, se ofrece una base
doctrinal a la devoción cordimariana, que tan hondamente caló en su
alma de apóstol. Para mostrar toda la riqueza interior del Corazón de
María, el P. Claret divide el tratadito en tres partes, indicando los
tres motivos que solía dar para estimular a una devoción más
fervorosa hacia
la Virgen. Expone
con rapidez el primer motivo: Dios lo quiere. Se
detiene bastante en el segundo - las excelencias de
la Vir
gen -, apoyando su doctrina en Santo Tomás y en os
Santos Padres. El tercer motivo - utilidad de esta devoción - lo
desarrolla suficientemente, sirviéndose de uno de sus autores
preferidos: San Alfonso María de Ligorio.
Tanto
el estilo, sencillo y persuasivo, como el contenido, que respira hondo
fervor mariano, son típicamente claretianos. El autor nos brinda en
estas páginas una síntesis estupenda de los motivos de nuestra devoción
cordimariana, de los pilares en que se funda y del amor en el que se
inspira.
Advertimos
que los títulos de las tres partes de la carta no son del P. Claret,
sino nuestros.
Texto
de Claret (con notas)
Muy
señor mío: Acabo de recibir vuestra estimadísima carta, con que me
pedís os diga alguna cosa para crecer cada día más y más en la
devoción del inmaculado Corazón de María. Querido amigo, no me podíais
pedir cosa más de mi gusto. Yo quisiera que todos los cristianos
tuvieran hambre y sed de esta devoción. Amad, amigo mío, amad, y amad
muchísimo, a María *1.
Y
para que suba más de punto vuestra devoción, y también para
satisfacer vuestros deseos, os diré que debemos amar a María Santísima:
1.° Porque Dios lo quiere. 2.° Porque ella lo merece. 3.° Porque
nosotros lo necesitamos, por ser ella un poderosísimo medio para
obtener todas las gracias corporales y espirituales y, finalmente, la
salud eterna *2.
1.
Dios lo quiere
Debemos
amar a María Santísima porque Dios lo quiere. Amar es querer bien al
amado, es hacerle bien, es hacerle participante de sus bienes *3, pues
el mismo Dios nos da ejemplo y nos excita a amar a María. El eterno
Padre la escogió por Hija suya muy amada; el Hijo eterno la tomó por
Madre, y el Espíritu Santo, por Esposa; toda
la
Santísima Trinidad
la ha coronado por Reina y Emperatriz de cielos y tierra y la ha
constituido dispensera de todas las gracias *4.
Debéis
saber, amigo mío, que María Santísima es obra de Dios y es la más
perfecta que ha salido de sus manos después de la humanidad de
Jesucristo; en ella brillan de un modo muy particular *5 la
omnipotencia, la sabiduría y la bondad del mismo Dios.
Es
propio de Dios el dar las gracias a cada criatura según el fin a que la
destina *6, y como Dios destinó a María para ser madre, hija y esposa
del mismo Dios y madre del hombre, de aquí se infiere qué corazón le
daría y con qué gracias la adornaría *7.
2.
Ella lo merece
Debemos
amar a María Santísima porque ella lo merece. María Santísima lo
merece por el cúmulo de gracias que ha recibido sobre la tierra, por la
eminencia de la gloria que posee en el cielo, por la dignidad casi
infinita de Madre de Dios a que ha sido sublimada y por las
prerrogativas adherentes a esta sublime dignidad.
María
fue como el centro de todas las gracias y bellezas que Dios había
distribuido a los ángeles, a los santos y a todas las criaturas *8. María
había de ser
la
Reina
y Señora de los ángeles y de los santos, y, por lo mismo, debía tener
más gracias que todos ellos ya en el primer instante de su ser. María
había de ser
la
Madre
del mismo Dios. Es un principio de filosofía que entre la forma y las
disposiciones de la materia ha de haber cierta proporción *9; la
dignidad de Madre de Dios es aquí como la forma, y el corazón de María
es la materia que ha de recibir esta forma. ¡Oh, qué cúmulo de
gracias, virtudes y otras disposiciones se agrupan en aquel santísimo y
purísimo corazón!
Desde
que Dios determinó hacerse hombre, fijó la vista en María Santísima,
y desde entonces dispuso todos los preparativos necesarios, la hizo
nacer de los patriarcas, profetas, sacerdotes y reyes *10, y todas las
gracias de éstos reunió en María, y quiso que María fuese la nata y
la flor de todos ellos. Además, la previno con bendiciones de dulzura y
puso sobre su cabeza una corona de piedras preciosas *11, esto es,
gracias y bellezas; pero mucho más enriqueció su corazón.
En
el corazón de María se han de considerar dos cosas: el corazón
material y el corazón formal, que es el amor y voluntad *12.
El
corazón material de María es el órgano, sentido o instrumento del
amor y voluntad *13; así como por los ojos vemos, por los oídos oímos,
por la nariz olemos y por la boca hablamos, así por el corazón amamos
y queremos *14.
Dicen
los teólogos que las reliquias de los santos merecen veneración y
culto: 1.° Porque han sido miembros vivos de Jesucristo. 2.° Porque
han sido templos del Espíritu Santo. 3.° Porque han sido órganos de
la virtud. 4.° Porque serán instrumentos de la gracia y de milagros.
5.° Porque ellos serán glorificados después de la resurrección *15.
El
corazón de María reúne estas propiedades y muchas otras más: 1.° El
corazón de María no sólo fue miembro vivo de Jesucristo por la fe y
la caridad, sino también origen, manantial de donde se tomó la
humanidad *16. 2.° El corazón de María fue templo del Espíritu Santo
y más que templo, pues que de la preciosísima sangre salida de este
inmaculado *17 corazón formó el Espíritu Santo la humanidad santísima
en las purísimas y virginales entrañas de María en el grande misterio
de la encarnación *18. 3.° El corazón de María ha sido el órgano de
todas las virtudes en grado heroico, y singularmente en la caridad para
con Dios y para con los hombres *19. 4.° El corazón de María es, en
el día, un corazón vivo, animado y sublimado en lo más alto de la
gloria. 5.° El corazón de María es el trono en donde se dispensan
todas las gracias y misericordias.
María
es verdaderamente Madre de Dios. A la manera que [a] una mujer que ha
parido un hombre se la llama y es madre de aquel hombre que parió, así
también María Santísima es y se llama con toda propiedad Madre de
Dios, porque le concibió y parió; [a] la mujer que parió al hombre se
la llama y es madre de todo aquel hombre, que es un compuesto del alma y
cuerpo, y aunque el alma viene de solo Dios, así también María Santísima
es Madre de Dios, porque ese divino compuesto de persona divina, alma
racional y cuerpo natural es el término de la generación en las purísimas
y virginales entrañas de María *20. Esta dignidad de Madre de Dios es
la que más le enaltece, porque es una dignidad casi infinita, porque es
madre de un ser infinito *2l; es más de cuanto posee en gracia y en
gloria. Los doctores y Santos Padres dicen que por los frutos se conoce
el árbol, según consta del Evangelio; pues ¿qué diremos de María,
que ha dado a luz aquel bendito Fruto que tanto elogió Santa Isabel *22
cuando dijo: “¡Bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí
tanta dicha, que la madre de mi Señor me venga a ver?” *23.
Dice
Santo Tomás que el fuego no prende en el leño hasta que éste tiene
los mismos grados de calor que aquél *24; pues bien, si para que de la
sangre del corazón de María se formase la humanidad a que se había de
juntar la divinidad era preciso que tuviese una disposición cuasi
divina, ¿qué diremos ahora de Marta si, además de considerarla Madre
de Dios, juntamos las demás gracias que después recibió de Jesús?
*25. Jesús por donde pasaba hacía bien a todos *26, más o menos según
la disposición en que los hallaba; ¿qué pensaremos de las gracias y
beneficios que dispensaría a María, en que pasó no rápidamente,
sino que estuvo con mucha detención en sus entrañas nueve meses y a su
lado treinta y tres años, y hallándose siempre con la más buena
disposición y preparación para recibir los beneficios de Jesús? A
estas gracias se han de juntar también las que recibió del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés, y, además, se han de añadir las que
ella agenció con el ejercicio de tantas y tan heroicas virtudes en todo
el decurso de su santísima y larga vida, acompañada de aquella
continua y fervorosa meditación *27 en la que, según el profeta, se
enciende la llama del divino amor *28. Al considerar San Buenaventura
la gracia de María, exclama diciendo: «La gracia de María es una
gracia inmensísima, multiplicísima»: Gratia
Mariae, gratia est immensissima, gratia multiplicissima *29.
No
sólo se han de considerar las gracias que María ha obtenido para ser y
por haber sido Madre de Dios y las gracias que recibió de Jesucristo,
del Espíritu Santo y ella se granjeó con su cooperación, sino también
es indispensable fijar la atención en la multitud de incomparables
prerrogativas que tan grande dignidad le han acarreado. Referiremos
algunas:
1.ª
De haber sido preservada del pecado original, a que indispensablemente
había de incurrir a no haber sido ella la destinada para Madre del
mismo Dios; para esto, Dios le dotó de un corazón inmaculado, purísimo,
castísimo, humildísimo, mansísimo, santísimo, pues que de la sangre
salida de este corazón se había de formar el cuerpo del Dios humanado.
2.ª
De haber concebido y parido en el tiempo aquel mismo Hijo de Dios que el
eterno Padre había engendrado en la eternidad *30. No lo dudes, dice
San Buenaventura, el eterno Padre y
la
Virgen
sagrada han tenido un mismo y único hijo *31.
3.ª
Así como el eterno Padre tuvo este divino Hijo sin perder nada de su
divinidad, así también la santísima Virgen María ha concebido y
parido este mismísimo Hijo sin el menor detrimento de su santísima
virginidad.
4.ª
De haber tenido un legítimo poder para mandar al Señor absoluto de
todas las criaturas, pues que éste es un derecho que la naturaleza da a
todas las madres; derecho a que ha querido sujetarse gustosamente, pues
dijo que había venido no para derogar la ley, sino para cumplirla con más
perfección que los demás hombres 32; y el evangelista San Lucas nos da
testimonio de cómo obedecía a su Madre y a San José: Et
erat subditus eis *33. Mas este derecho hace tanto honor a María
Santísima, que San Bernardo dice que no sabe qué es más digno de
admiración, si el que Jesús obedezca a María o el que María pueda
mandar a Jesús; porque, dice el Santo, el que Dios obedezca a una mujer
es una humildad sin ejemplo y el que una mujer mande a un Dios es una
elevación sin igual *34.
5.ª
Ha sido
la
Esposa
del Espíritu Santo de una manera infinitamente más noble que las
otras vírgenes, pues que las otras apenas merecen el ser aliadas a ese
divino esposo en cuanto al alma, mientras que María lo ha sido no sólo
en cuanto al alma, sino también en cuanto al cuerpo, aunque de la
manera más casta. La alianza que ha habido entre el Espíritu Santo y
las vírgenes castas sólo ha servido para la producción de los actos
de virtudes, pero la alianza entre este divino Espíritu y María Santísima
ha producido de una manera la más inefable el Señor de las virtudes,
Cristo Señor nuestro.
6.ª
Ha sido como el término, por decirlo [así], y la coronación de
la
Santísima Trinidad
:
María universum sanctae Trinitatis complementum *35, porque ha
producido el más excelente fruto de su fecundidad ad extra, como dicen
los teólogos; es decir, ha producido un Dios hombre. María ha
producido un sujeto capaz de dar a
la
Santísima Trinidad
un honor cual
la
Santísima Trinidad
se merece; honor que todas las criaturas juntas, y aunque éstas se
multiplicaran muchísimas veces, no eran capaces de pagar como lo hace
el Hijo de María, Dios y hombre verdadero.
7.ª
En haber sido hecha Reina y Señora de todas las criaturas por haber
concebido y parido al Verbo divino, por quien fueron hechas todas las
cosas, como dice San Juan *36.
3.
Eficacia de esta devoción
Debemos
amar a María y ser sus verdaderos devotos porque la devoción a María
Santísima es un medio poderosísimo para alcanzar la salvación. Es
la razón por que María puede salvar a sus verdaderos devotos, porque
quiere y porque lo hace *37. María puede, porque es la puerta del
cielo; María quiere, porque es la madre de misericordia *38; María lo
hace, porque ella es la que obtiene la gracia justificante a los pecadores,
el fervor a los justos y la perseverancia a los fervorosos *39; por
esto, los Santos Padres la llaman la rescatadora de los cautivos, el
canal de la gracia y la dispensera de las misericordias *40. Por esto
se ha dicho que el ser devoto de María es una señal de predestinación,
así como es una marca de reprobación el no ser devoto o adverso de María
*41.
La
razón es muy clara. Nadie se puede salvar sin el auxilio de la gracia
que viene de Jesús, como cabeza que es de
la
Iglesia
o cuerpo, y María es *42 como el cuello que junta, por decirlo así, el
cuerpo con la cabeza; y así como el influjo de la cabeza al cuerpo ha
de pasar por el cuello, así, pues, las gracias de Jesús pasan por María
y se comunican al cuerpo o a los devotos, que son sus miembros vivos: In
Christo fuit plenitudo gratiae sicut in capite fluente; in Maria sicut
in collo transfundente *43.
María
por los Santos Padres es llamada la escala del cielo, porque por medio
de María Dios ha bajado del cielo y por medio de María los hombres
suben al cielo 44. Y cuando
la
Iglesia
dice que esta Reina incomparable es la puerta del cielo y la ventana del
paraíso *45, nos enseña con esas palabras que todos los elegidos,
justos o pecadores, entran en la mansión de la gloria por su mediación;
con esta sola diferencia, que los justos entran por ella como por la
puerta de llano, pero los pecadores por la ventana *46, que es María;
por la escalera, que es María *47. Por tanto, amigo mío, en María,
después de Jesús, hemos de poner toda nuestra confianza y esperanza de
nuestra eterna salvación. Haec
peccatorum scala, haec mea maxima fiducia est, haec tota ratio spei meae
*48.
Unica peccatorum advocata, portus
tutissimus, naufragantium omnium salus *49. Peccatorem quantumlibet foetidum non horret... donec horrendo Judici
miserum reconciliet *50.
¡Oh!,
dichoso el que invoca a María con confianza, que él alcanzará el perdón
de sus pecados, por muchos y por graves que sean; alcanzará la gracia
y, finalmente, la gloria del cielo, que tanto deseo a usted y a todos.
+
=====
NOTAS
(*)
El título completo es: Carta a un devoto del purísimo e inmaculado
Corazón de María. El original autógrafo se encuentra en Mss. Claret,
VIII, 521‑535. De ella se han hecho las siguientes ediciones: Carta
inédita del Beato Claret sobre el Corazón de María: Boletín
Secretariado Claretiano, enero-marzo 1940, n. 67‑69 pp. 2‑4;
Carta inédita del Beato P. Claret
sobre el Corazón de María: Iris de Paz 56 (1942) 1157‑1158
49‑50 (así la numeración del tomo); Carta a un devoto del inmaculado Corazón de María: Boletín
interno de
la
Prov.
de Cataluña CMF, núm. extr., 67‑69, julio‑septiembre 1949,
pp. 47‑52; Carta a un devoto
del purísimo e inmaculado Corazón de María en San Antonio María
Claret, Escritos autobiográficos
y espirituales (BAC, Madrid 1959) pp. 766‑772; Lozano, J. M.,
El Corazón de María en San Antonio María Claret (Ed. Coculsa,
Madrid 1963) pp. 223‑239; Gil, J. M., Epistolario
de San Antonio María Claret (Ed. Coculsa, Madrid 1970) vol. 2 pp.
1497‑1506 (edición crítica); En
el centenario de San Antonio María Claret, apóstol de la devoción al
inmaculado Corazón de María; texto íntegro de una carta de San
Antonio María Claret sobre el amor que debemos a María Santísima: Cruzado
Español 13 (1970) 167‑168.
*
1 No sabemos quién hizo esta petición al Santo. Pudo ser una de las
muchas personas dirigidas por Claret o tal vez uno de sus misioneros. Lo
cierto es que el Santo aprovecha la petición para escribir un breve
tratado sobre la devoción al Corazón de María. «No me podíais pedir
cosa más de mi gusto», dice a su destinatario. Aquí se ve, una vez más,
la intensa devoción mariana del P. Claret, que le acompañó toda la
vida, desde la infancia (cf. Aut. n. 43‑55) hasta su muerte (cf. Obsequio
1870 Claret, Escritos
autobiográficos [BAC Madrid 1981] pp. 587‑588). Sobre su
devoción cordimariana cf. Viñas, J. M., La
devoción al Corazón de María según las enseñanzas del Beato P.
Claret: Bol. Prov. Cataluña CMF 11 (1949) 201‑225; Tisnés,
R. M., San Antonio María Claret y
el Corazón de María: Bol. Prov. Colombia CMF 9 (1952)
44‑61.191‑203.255‑268; Ramos, C., Un
apóstol de María (Barcelona 1954) 368 págs.; Lozano, J. M., El
Corazón de María en San Antonio María Claret (Madrid 1963) 286 págs.;
Leghisa, A., El Corazón de María
y
la
Congregación
en el momento actual (Roma
1978) 62 págs.
*2
Cf. Ducos, J.‑Ch., Le
pasteur apostolique (París 1861) t. 1 p. 438. Claret toma la
estructura de la carta de este autor y le sigue de cerca en la redacción
de algunos párrafos.
*3
Cf. Santo Tomás, Summa theol.
2‑2 q.
23
a
.
1c.
*4
En el original autógrafo, el P. Claret tachó la frase siguiente: «A
fin de que nosotros la amemos y a ella acudamos siempre» (Mss. Claret,
VIII, 522). Este párrafo, que habla de las relaciones de
la
Virgen
con
la
Santísima Trinidad
,
lo ha tomado también de Ducos (o. c., p. 438). Ya en otras ocasiones,
el Santo había indicado esta misma doctrina (cf.
Carta pastoral sobre
la
Inmaculada
[Santiago
de Cuba 1855] pp. 3, 5 y 37; El colegial instruido [LR, Barcelona 1861] t. 2 p. 501).
*5
En el original autógrafo “partar”.
*6
Cf. Santo Tomás, Summa theol. 3
q.
27
a
.
4c. En la segunda edición del opúsculo claretiano Tardes
de verano en el real sitio de San Ildefonso llamado
La
Granja
(LR,
Barcelona 1865, p. 121) se leen estas palabras: «Es regla general que,
cuando Dios elige a una criatura racional para una dignidad singular o
para un estado sublime, le da todos los carismas de gracia que a la
dignidad o estado de dicha persona son necesarios y convenientes a su
esplendor» (San Bernardino de Siena, Sermo
10
a
.
2 c. 1: Opera [Venetiis 1591] t. 3 p. 118 col. 2). Citado por San Alfonso
María de Ligorio, Las glorias de
María (Barcelona 1870) pp. 197‑198.
*7
Claret ve la filiación mariana, sobre todo, a través del Corazón de
María, que encierra dos aspectos principales: uno amoroso y otro
militante. María es
la
Madre
del Amor Hermoso (cf. Aut. n. 447; Religiosas en sus casas [Barcelona 1850] p. 147): «Madre del divino
amor..., amor os suplico; concedédmelo y quedaré contento». «Madre
del Amor Hermoso..., conceded a los justos este divino amor; os lo ruego
por el amor que Dios os tiene» (ib., p. 155). El Corazón de María es
«fragua e instrumento del amor» (Aut. n. 447) y representa toda la
vida interior de la virgen, siendo habitación y paraíso de Dios (cf.
Religiosas en sus casas, ed.
cit. p. 105), centro de sus recuerdos y meditaciones (cf. La
colegiala instruida [Madrid 1864] pp. 423‑424) y copia exacta
del Corazón de Jesús (Mss. Claret, VIII, 501: «El Corazón de María
es la copia más exacta del Corazón de Jesús»). Pero el Corazón de
María es, además, manantial de fuerza apostólica. Así lo vio en
la
Archicofradía
del Corazón de María por haberlo leído y luego por experiencia
propia. «Ayer - escribe a su amigo D. José Caixal el 2 de agosto de
1847 - fundamos
la
Archicofradía
del Corazón de María. Ahora vamos a continuar la novena. Ya ha hecho y
hace su fruto. Un gentío inmenso ha asistido a la función. Son muchas
las parroquias que la piden» (EC, I, pp. 234). Y pocos días después,
el 12 de agosto, le dice: «Quisiera que se hiciera correr por estas
tierras y por toda España la novena al Corazón de María» (EC, I, p.
236). El mismo adjetivo inmaculado,
con el que designa casi siempre al Corazón de María, indica el
aspecto apostólico y militante de esta devoción, como sucede al hablar
de
la
Inmaculada. Tanto
el aspecto amoroso como el militante los tiene presentes sobre todo,
cuando comenta el nombre de Hijos del Inmaculado Corazón de María dado
a sus misioneros (cf. Aut. n. 492‑494; Viñas, J. M., art. cit.,
pp. 201‑225).
*8
Cf. Ducos, J.‑Ch., o. c., pp. 438‑439.
*9
Cf. Santo Tomás, Summa theol. 3 q.
27
a
.
5.
*10
Cf. Claret, Tardes de verano, ed.
cit., p. 173.
*11
Cf. Sal 20, 4.
*12
Cf. Gallifet, J. De l’excellence
de la dévotion au Coeur adorable de Jésus‑Christ (Paris
1861) t. 1 p. 46ss; Mss. Claret, VIII, 502.
*13
Cf. Gallifet, J., o. c. pp. 264ss.
*14
Cf. Castiglione, L., Il Cuore di
Maria aperto a tutti (Napoli 1850) p. 4, Mss. Claret,
VIII, 502.
*15
«Si veneramos las reliquias de los santos, ¡cuánto más el Corazón
de María! ¡Qué reliquia más insigne!» (Mss. Claret, VIII, 503).
Este mismo argumento lo utilizaban San Juan Eudes y el P. Gallifet (o.
c., p. 75).
*16
Debido al influjo de Gallifet, el corazón como órgano material ocupa
aquí el primer plano. sin embargo, Claret insiste casi siempre en el
corazón espiritual y en lo que él significa y representa.
*17
En el original autógrafo, el Santo tachó la palabra “purísimo” y
escribió encima “inmaculado”.
*18
Los escritores espirituales han indicado con frecuencia las relaciones
existentes entre el Corazón de María y la encarnación del Verbo.
La
M. Agreda
habla de las tres gotas de sangre del Corazón de María con las que las
tres personas de
la
Trinidad
formaron el cuerpo del Señor (cf. Mística
ciudad de Dios, LR [Barcelona 1860] t. 3 p. 239). A ello alude San
Juan de Avila en un sermón sobre
la
Asunción
(cf. Obras completas, BAC [Madrid 1970] t. 3 p. 168). Cayetano había
combatido esta teoría, llamándola «error nuevo nacido en nuestros días».
El P. Claret había aludido a esta opinión en el Catecismo
explicado (Barcelona 1849, p. 69). En 1864, al ser sometido el
Catecismo único a la censura de Roma, el censor pidió que se quitara
la mención de las tres gotas de sangre, fundándose en el comentario de
Cayetano a Santo Tomás (q.
31
a
.
6). El Santo suprimió el lugar citado por el censor y halló dos
argumentos que le convencieron: el ser contrario a
la
Sagrada Escritura
y a la maternidad divina de María, marcando al margen dichos pasajes (cf.
Summa theologica cum Commentariis Thomae de Vio Cardinalis Caietani [Roma
1773] t. 7 p. 401. Ex libris).
Desde entonces en las ediciones del Catecismo
se suprimió esa mención y el Santo corrigió el texto de esta
carta, añadiendo las palabras “salida" y “en las entrañas de
María”. Esto nos permite datar
la
Carta
a un devoto del purísimo e inmaculado Corazón de María, que
debió de ser redactada no mucho antes de abril de 1864, fecha en que
recibió la censura romana del Catecismo
(cf. Fernández, C., El Beato
Antonio María Claret [Madrid 1946] t. 2 p. 547).
*19
Cf. Gallifet, J., o. c., p. 264ss.
*20
Cf. Claret, Tardes de verano, ed.
cit., p. 123; Santo Tomás, Summa
theol. 3 q.
35
a
.
4c.
*21
Cf. Santo Tomás de Villanueva, Sermón
3 para
la
Natividad
de
la
Virgen
:
Obras, BAC
(Madrid 1952) p. 203. Afirmaciones parecidas se encuentran en San
Bernardino, San Buenaventura y Suárez (cf. San Alfonso María de
Ligorio, Las glorias de María [Barcelona
1870] pp. 332‑334).
*22
En el original autógrafo, tachado, “que se exclamó Santa Isabel”.
*23
Lc 1, 42. Claret toma este párrafo casi literalmente de Ducos,
J.‑Ch., o. c., p. 440.
*24
Cf. Summa Theol. 3
q.
27
a
.
5 ad 2. El
ejemplo de Santo Tomás se refiere a la preparación de
la
Virgen
para la maternidad divina.
*25
Cf. Santo Tomás, ib.
*26
Cf. Hch 10, 38.
*27
Cf. Lc 2, 19: María... conservaba
todas estas cosas dentro de sí ponderándolas en su corazón. Texto
marcado con una raya marginal en el ejemplar del Nuevo Testamento de
Torres Amat.
*28
Cf. Sal 39, 4. Frase frecuentemente citada por el P. Claret al hablar de
la oración.
*29
El manuscrito autógrafo cita el Speculum
c. 1. Se refiere al Speculum
Beatae Mariae Virginis, atribuido hoy a Conrado de Sajonia (cf. Bibliotheca
Franciscana Medii Aevi [Quaracchi 1904] t. 2 introd. p. 9.127).
*30
La doctrina sobre estas prerrogativas de María, de la
2
a
la 7, las toma de Ducos, J.‑CH., o. c., pp. 441‑442.
*31
Cf. Speculum Beatae Mariae Virginis c. 6 p. 83. En realidad, la frase
citada por Conrado de Sajonia es de San Bernardo (Sermo 2 de Annuntiatione n. 2: PL 183, 391: Obras completas, BAC [Madrid 1953] t. l, p. 666).
*32
Cf. Mt 5, 17.
*33
Lc 2, 51: Y les estaba sujeto. Texto marcado en el Nuevo Testamento de
Torres Amat.
*34
Cf. Homil. 1 super “Missus est” n. 7ss: PL 183, 59ss: Obras
completas, BAC, ed. cit., t. 1 p. 190.
*35
Hesiquio de Jerusalén, Homil. 2
de Beata Virgine:
PG 93, 1461. Claret
cita esta frase en su libro Tardes
de verano (ed. cit., p. 133). Lo leyó en Ducos, J.‑Ch., o.
c., p. 442, n. 2. El sentido de la frase no es el que tradicionalmente
le han dado los autores espirituales. La palabra complementum,
que responde a la palabra griega pléroma,
no significa en el contexto de Hesiquio complemento, sino morada,
habitación.
*36
Cf. Jn 1, 3.
*37
Cf. Ducos, J ‑Ch., o. c., p. 444.
*38
Cf. San Bernardo, Sermo 1 de Assumptione n. 1: Obras
completas, BAC, ed. cit., t. 1 p. 703.
*39
Cf. Speculum Beatae Mariae Virginis, c. 6.
*40
Claret tachó “gracias” y escribió encima “misericordias”.
Estas frases las toma también de Ducos, J.‑Ch., o. c., p. 42.
*41
Cf. ib., p. 443.
*42
“Cuello” tachado. Después escribió “como el cuello”.
*43
El manuscrito autógrafo, copiando a Ducos, cita a San Jerónimo. Se
refiere al texto tradicional de
la
Carta
a Paula y Eustoquio sobre
la
Asunción
(PL
30, 16ss), que hoy se atribuye a Pascasio Radberto. En realidad, este
autor no llama a
la
Virgen
cuello del Cuerpo místico. El primero que lo dijo fue Ubertino de
Casale comentando las palabras del Pseudo‑Jerónimo (cf. Arbor vitae crucifixae); cf. San Pedro Damián, Sermo 46: PL 144,753; San Agustín, Sermo 123 n. 2: PL 39,1991; De
praedestinatione sanctorum 15 31: PL 44,982‑983; San
Fulgencio, Sermo 36: PL 65,
899. También se halla esta idea en Germán de Tournai, que afirma: «Collum
inter caput et corpus medium est, caputque iungit corpori. Collum
ergo sanctae Ecclesiae competenter Domina nostra intelligitur quae,
inter Deum et homines Mediatrix existens, dum Dei Verbum incarnatum
genuit, quasi caput corpori, Christum Ecclesiae, divinitatemque
humanitati nostrae coniunxit» (Tractatus
de Incarnatione Christi 8: PL 180, 30). Aparece también con nitidez
en San Bernardino de Siena, que dice: «Sicut per collum spiritus
vitales a capite diffunduntur per corpus: sic per virginem a capite
Christo vitales gratiae in eius mysticum corpus, et specialius in amicos
atque devotos, continue transfunduntur» (Sermo
5 de Nativ. B.
M. V. c.
8).
*44
Cf. el himno Ave, maris stella...
felix caeli porta; San Bernardo, In
vigilia Nativit. Domini.
sermo 3
n. 10 (PL 183, 100): «Nada ha querido Dios que tengamos que no pase por
las manos de María» (Obras
completas, BAC, ed. cit., t. 1 p. 247).
*45
San Pedro Damián, Sermo 46:
PL 144, 753: «fenestra caeli, ianua paradisi..., scala caelestis», San
Bernardo, In Nat. B. M. V. sermo de aquaeductu n. 7 (PL 183, 441): «scala
peccatorum» (Obras completas, BAC,
ed. cit., t. 1 p. 741).
*46
En el original autógrafo escribió: “escalando por la penitencia”,
frase que después tachó.
*47
Cf. Ducos, J.‑Ch., o. c., p. 443. Recordemos
que el P. Claret había escrito un opúsculo titulado La
escalera de Jacob y puerta del cielo, o sean súplicas a María Santísima
(Barcelona 1846) 32 págs.
*48
San Bernardo, Sermo de nativitate
de aquaeductu n. 7: Obras
completas, BAC, ed. cit., t. 1 p. 741: «Esta es la escala de los
pecadores, ésta es mi mayor confianza, ésta es toda la razón de la
esperanza mía».
*49
San Efrén, Sermo de laudibus
Beatae Virginis: «Ella es la única abogada de los pecadores,
puerto segurísimo y salvación de todos los náufragos».
*50
«No se horroriza del pecador, aunque sea fétido..., con tal de poder
reconciliarle con el tremendo juez» (San Bernardo,
In deprecat. ad B. Virg.). Citado
por Ducos, J.‑Ch., o. c., t. 1 p. 443 nt. 3).
NOTA:
Este opúsculo claretiano se ha publicado en el volumen: San Antonio María
Claret, Escritos Espirituales (BAC, Madrid 1985) pp. 496‑506; y en:
San Antonio María Claret, Escritos
Marianos (Publicaciones Claretianas, Madrid 1989) pp. 382‑292.
Fuente:
claret.org
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