Tiempo de Navidad. La Madona del Magníficat de Botticelli

 

Adolfo Carreto


Dicen que es una de las obras más famosas del famosísimo pintor renacentista italiano: Sandro Botticelli. A Botticelli lo conocemos sobre todo por sus Venus y por esa inclinación a la exaltación del desnudo femenino, un desnudo, hay que decirlo, nada provocador pero sí muy innovador en la época. Pues esta madona del Magníficat compite en estética con todas las venus habidas y por haber.
Es un cuadro muy singular; lo llaman tondo, pues se trata de un cuadro circular, populares en el renacimiento italiano, cuyo objetivo era decorar palacios o edificios pertenecientes a gremios. Esto equivale a decir que no se trata de una composición destinada a los templos, con marcada finalidad religiosa, sino abocada a la decoración, y no precisamente en lugar sagrado. No obstante nada quita de espiritualidad y misterio a esta composición pictórica.
Pareciera que estamos contemplando la escena a través de un lente circular. Las figuras de la composición adoptan esa forma, encorvadas cuanto es menester para que la composición sea creíble.
Los tonos de la pintura son asombrosamente descollantes: el oro es lo que resalta, posiblemente en consonancia con el palacio donde el lienzo va a ser exhibido. La riqueza material la proporciona el color, que es síntoma, dicen los expertos, de la opulencia de quien la encargó. Porque, evidentemente, obras así se realizan por encargo.
No obstante, esta Madona del Magnífica de Botticelli rezuma espiritualidad y se desprende de personas u objetos que no sean acordes con el misterio. Eso sí, Botticelli se ha tomado la licencia de alterar el relato bíblico: la Virgen pronuncia el Magníficat luego del anuncio del arcángel acerca de su estado y de las consecuencias que semejante estado lleva implícitas. En este caso la Virgen no reza sino que, ya con el Niño en brazos, y escoltados ambos por los ángeles de rigor, pues en cualesquiera de estas escenas si no hay ángeles pareciera que no hubiera misterio, la Virgen se deja llevar la mano por su hijo para escribir el canto: el suyo, el Magníficat, y el de Zacarías, que también irrumpió en cántico ante un anuncio similar.
La Virgen es coronada por los ángeles como siguiendo el encargo del Todopoderoso que desde lo alto, y mostrándose como resplandeciente luz, ordenara el encargo.
Es una bella estampa, metafórica sí, no confeccionada para la veneración sino para el adorno, pero ante la cual se puede postrar, emocionado, cualquier creyente.