La Virgen de los dolores 

Patricio García Barriuso cmf

 

No hay un mes en el año en que María no sea recordada de una manera discreta y encantadora. En septiembre, hacemos memoria, el 8 de su Natividad. Siete días más tarde, el 15, celebramos la fiesta de los Dolores. No celebramos una anécdota -María junto a la cruz-; ni siquiera un sentimiento, el dolor; celebramos un misterio de nuestra fe: la presencia de Dios en Nuestra Señora, un hálito de la vida eterna de esta mujer que se exteriorizó singularmente en el momento de su estancia al pie de la Cruz. Allí la Virgen sufrió, compadeció con Jesús la Pasión, la Crucifixión para la salvación de los hombres. María como Jesús es la mujer experta en dolor. Ya desde el anuncio de la espada por el anciano Simeón, hasta su presencia al pie de la cruz, María es una experta en dolor. Lo experimenta hasta lo más hondo, como asociada a la pasión y muerte del Señor.
El sufrimiento humano, después de Jesús y de María, ya no será una consecuencia del pecado o de la condición limitada de la existencia humana, el sufrimiento experimentado por Jesús y por María será una consecuencia de su amor. El dolor ya no es un ataque contra nosotros que no debiera existir, que reclama ser anulado. Por el contrario, el dolor es una expresión de lo más hondo de nosotros, del amor, que pide ser acogido. A veces, no lo entendemos, como no entendemos las cosas de Dios. Pero no hay ninguna norma aplicable a Dios, a la Virgen y a Jesucristo. Son ellos los que establecen la medida. La Virgen de los Dolores es la Virgen de los amores.
Asociándonos a Ella, compadeciendo con Ella, nos unimos a la pasión salvadora de su Hijo y de esta manera redimimos al mundo. Todo lo ilumina la Virgen de los Dolores. Todo se soporta mirando a una cruz.

Textos extraídos de "Palabras sencillas sobre María", de Patricio García Barriuso

Fuente: cuidadredonda.org