Una lección al pie de la Cruz

Padre Rafael Salazar Cárdenas, M.Sp.S.

 

El misterio de la participación de la Virgen, «Madre Dolorosa», en la Pasión y Muerte de su Hijo, es probablemente el acontecimiento evangélico que más amplio e intenso eco ha encontrado en la religiosidad popular, así como en determinados ejercicios de piedad, como el Viacrucis, y también en la Liturgia cristiana de Oriente y Occidente.

Pero el dolor de la Virgen, aunque encuentra en el Misterio de la Cruz su primera y última significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida de su Hijo, en los cuales la Madre participó personalmente. En general, se suele considerar el dolor de la Virgen en la infancia de Jesús y no sólo en su Pasión. La meditación cristiana captó, y en cierto modo fue un proceso decodificador y progresivo a lo largo de los siglos, siete sucesos dolorosos, siete episodios bíblicos en los que está atestiguada expresamente, o incluida por la Tradición, la participación de María; pero sobre todo, la devoción de los fieles quiso prolongar la participación amorosa de la Madre en la Muerte redentora de su Hijo, recordando la acogida en el regazo de María a Jesús bajando de la Cruz (Mc 15, 42). Este acontecimiento es y ha sido objeto de una atención especial de pintores y escultores, y también la entrega al sepulcro del Cuerpo exánime de su Hijo (Jn 19, 40-42).

La Liturgia

El Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Marialis Cultus (El culto tributado a María), después de destacar la presencia de María en el ciclo anual de los misterios de su Hijo y de las grandes fiestas marianas, presenta de este modo la memoria del 15 de septiembre: «Después de estas celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen estuvo estrechamente ligada al Hijo, la memoria de la Virgen Dolorosa (15 de septiembre) es ocasión propicia para revivir un momento decisivo en la Historia de la Salvación, y para venerar junto con el Hijo exaltado en la Cruz, a la Madre que comparte su dolor» (n. 7).

Ejercicios piadosos

Inspirándose probablemente en la práctica del rezo del Rosario, se difundió en el siglo XVII la «Coronación de la Dolorosa», mejor llamada inicialmente como «De los siete dolores»; otra devoción es «Vía de la Madre Dolorosa». Para facilitar el modo de meditar los dolores de María, de forma análoga al Viacrucis, este piadoso ejercicio recuerda a la Madre Dolorosa pasando de una estación a otra, en la que se representa cada uno de los siete dolores principales. Su origen parece remontarse al siglo XVIII y generalmente este ejercicio piadoso se reza los viernes de Cuaresma, y adquirió una importancia muy amplia en Chicago y en Latinoamérica. Otro ejercicio piadoso es la «Desolada», en la cual se medita cómo María vivió el colmo de su dolor durante la sepultura de su Hijo; en este periodo de su vida, Ella se vio desolada. Esta práctica se vive todos los viernes del año.

Religiosidad popular

Es necesario entender y seguir las expresiones de la piedad popular que a veces manifiestan desviaciones, pero que en el fondo hablan de exigencias y si están bien orientadas, es una válida pedagogía para el Evangelio. Merece particular atención examinar las relaciones entre la Liturgia y las manifestaciones de la piedad popular. La Liturgia como acción de Cristo en la Iglesia, es Epifanía, manifestación desde lo alto en un signo humano; en tanto que la piedad popular es manifestación desde abajo de una experiencia divina. Entonces, en la piedad popular no se captan los signos, sino las imágenes y en este caso, la imagen de María como Dolorosa.

Compromiso

La historia de esta devoción está marcada por el progresivo replanteamiento litúrgico, ayudado en este punto por la reflexión bíblico-patrística sobre el misterio del dolor de Santa María como Madre de la Iglesia, e inspira a los creyentes el deseo de estar al lado de las cruces de los hombres, para poner allí: aliento, presencia liberadora y cooperación redentora. Además, la Dolorosa puede ayudar a los hombres en la confrontación de la palabra con la verdad y su manifestación, para ciertamente, por la experiencia del dolor, volver el rostro y buscar la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

María, unida al Misterio Eucarístico

María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en El Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al Niño Jesús al Templo de Jerusalén «para presentarlo al Señor» (Lc, 2, 22), oyó anunciar al anciano Simeón que aquel Niño sería «señal de contradicción», y también que una «espada traspasaría su propia alma» (Lc 2, 34-35); por ello, el Papa Juan Pablo II nos invita, sobre todo, a ponernos «a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio Eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como «Misterio de Luz». «Mirándola a Ella conocemos la fuerza transformadora que tiene la Eucaristía» (Ecclesia de Eucharistia –La Iglesia vive de la Eucaristía– n. 62).

Fuente: Semanario, Arquidiócesis de Guadalajara, México