En el día de Nuestra Señora de los Dolores: hay demasiadas espadas en el corazón del hombre 

Padre Cándido Ániz 

 

"Simeón dijo a María, madre de Jesús: Mira, éste está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será una bandera discutida... Y a ti una espada te traspasará el corazón"(Lc 2,34) 

¡Señor!, hoy queremos beneficiarnos con una meditación atenta, interiorizando las palabras del Evangelio y aplicándolas a nuestra vida. 

Para ello, distinguiremos en el anuncio profético de Simeón dos momentos. 

Primer momento 
En el primero, con un preludio intencionado de sólo una palabra, escuchamos que el anciano comienza pidiendo atención: Mira. 

Es que algo muy importante van a pronunciar sus labios y conviene que tengamos la mente bien despierta, como tantas veces nos sucede en la vida, si luego no queremos vernos luego sorprendidos por el mensaje. Miraremos y escucharemos. 

Lo que escuchamos, Señor, es el mensaje de Simeón a María (y a José) sobre Jesús, tu Hijo. Mensaje sorprendente: grandioso y, a la vez, suave y dolorido: Éste Jesús que tengo en mis manos está colocado en el cruce de todos los caminos de Israel.

Nada va a acontecer en adelante sin pasar de alguna forma por él. Él va a ser el centro y piedra angular de cualquier edificio o proyecto. Esa es la voluntad del Padre. 

María y José quedarían, Señor, anonadados ante semejantes palabras, pues su fe no les permitiría vislumbrar los futuros caminos de su Hijo. 

Todos en Israel van a tener que tomar opción por él o contra él; unos tropezarán y caerán; otros se levantarán y caminarán. 

¿Cómo será esto, dirían María y José? No lo entendemos. 

Y Simeón o un ángel de Dios hablaría a su conciencia diciendo: Jesús, por su mensaje, vida y signos será una bandera u opción discutida. Unos le seguirán, otros le perseguirán; unos percibirán en sus palabras y mensaje la presencia de Dios, y otros le traicionarán y condenarán por atreverse a hablar de Dios y de su Reino, como Hijo del Padre ... 

¡Qué gran misterio! El Hijo de María y José va a ser piedra de escándalo para los hipócritas e impenitentes, y piedra de salvación para cuantos vivan en justicia, paz y amor, como hijos de Dios y hermanos de los hombres. 

Aquí, Señor, se nos está anticipando lo que leeremos que aconteció en la historia de Cristo, Hijo de Dios y Salvador de los hombres: que se ofreció a todos, sirvió a todos, amó a todos, y fue vendido, traicionado, crucificado por muchos. 

Segundo momento 
Vemos que Simeón quiere preparar el corazón de María para que -en las horas difíciles que sobrevengan- se mantengan firme en la alegría y en el dolor, como socia de Cristo y corredentora de nuestras almas, perfectamente unida a Cristo, su Hijo: ¡Mira, María!, a ti te salpicará la sangre de tu Hijo; sentirás en tu carne las llagas que se le abran por los caminos; te abofetearán con las bofetadas que él reciba; te herirán sutiles y burdas espadas que rasgarán tu corazón.

Pero te digo también, Señora, que te inundará su gloria, y te hará feliz el rescate que logréis del mundo para que vuelva al Padre por el Hijo en el Espíritu. ¡Gracias, Señora del dolor y la alegría!

Asociada al Hijo, nos habéis alcanzado la paz con vuestra guerra al pecado; nos habéis iluminado las sendas de la vida con las huellas de sangre que salpican cualquier camino de santidad; nos habéis devuelto la condición de hijos para que aprendamos a llamar ¡Padre! a quien nos dio el ser. Pero, ahora, Señora, quiero llorar contigo: 

¡Es una lástima que después de tanto sudor, lágrimas y sangre, de vuestra parte, sigamos los hombres ignorando la redención por la cruz y muerte! 

¡Es clavaros demasiadas espadas seguir en el mundo alimentando discordias, injusticias, odios! 

¡Son demasiadas espadas en el corazón del hombre las guerras, hambres, marginaciones, que se suman a las heridas del Cuerpo Místico de Cristo! 

Para que actuemos con cordura, convócanos a todos junto a la cruz , en lo alto del Calvario, y haznos escuchar el tierno mensaje de tu Hijo: 

Mujer, ahí tienes a tus hijos.
Hijos, ahí tenéis a vuestra madre. 

Fuente: dominicos.org