Festividad de la Virgen del Carmen

Padre Javier Leoz

 

¡SALVE! ¡ESTRELLA DE LOS MARES!San Bernardo, siglos atrás, nos dejó aquel sugerente consejo: ¡Mira a la estrella, invoca a María!

Todos los años, cuando el 16 de Julio llama a nuestra puerta, la piedad cristiana nos empuja a seguir adentrándonos en el mar de Jesús, ayudados por esa singular Estrella del Mar que es María. 

Los marineros, sobre todo en los momentos de tormentas o de dificultades, miran y buscan en el cielo la ruta de las estrellas. Los cristianos, desde el inicio del cristianismo, hemos contemplado a María –como estrella- en un deseo de seguir al sol que es Jesús. Un Jesús que, por cierto, es muchísimo más que la estrella de María.

¿Cómo no va a ser, Reina de los Mares, aquella que tan de cerca siguió los avatares, los esfuerzos, la vida e ilusiones de aquellos primeros apóstoles que eran pescadores?

La Virgen del Carmen nos invita a profundizar en las aguas de la fe. Una de los vacíos del momento en que vivimos es la superficialidad de las cosas y, también, de las personas. Y la fe, en múltiples ocasiones, es como un gran océano: queda mucho por descubrir.

-María, sencilla y obediente, nos anima a aceptar sin condiciones a un Jesús que viene sin ruido pero pidiendo adhesiones. 

-María, pobre y humilde, nos indica el camino para encontrarnos con Cristo: el desprendimiento de uno mismo y de aquello que es obstáculo para que Dios entre en el interior.

-María, agradecida, nos empuja a una acción de gracias (sincera y entusiasta) por ese Dios que se hizo pequeño y hombre en su seno virginal dándonos a conocer su inmenso amor.

En este día, con profundo sabor marinero, muchos hombres y mujeres volveremos a vestir el escapulario del Carmen. Este signo puede ser, en un mundo descreído con afán de aparcar todo lo religioso, una llamada a abanderar, viviéndolos ante todo, esos valores que no pueden quedarse maniatados en una religiosidad popular pero sin trascendencia o renovación de nuestra propia vida.

No hace mucho tiempo, en una casa que estaba siendo rehabilitada, salió a la superficie un madero que –aparentemente- estaba sano. Un albañil acercó la mano y, hundiendo su pulgar en la madera, se llevó la gran decepción al comprobar que por dentro, estaba totalmente hueco y dañado por las termitas.

Los cristianos, no podemos conformarnos con mantener exteriormente unas manifestaciones religiosas (aunque sean marianas) si no responden a unas experiencias profundamente evangélicas. En este día de la Patrona del Mar salimos a la calle, no para cumplir con una simple tradición (eso sería muy poco) ni para entonar la Salve Marinera (no sería suficiente) ni para tomar el escapulario (es un símbolo). En esta jornada mariana nos abrimos al horizonte del mar o nos manifestamos en las calles porque el tesoro que llevamos escondido, el Hijo de María, sigue siendo para nosotros un modelo de referencia para guiar a nuestra sociedad, para iluminar nuestras relaciones, para dar consistencia a nuestras familias o para rescatar a nuestro mundo de su egocentrismo o egoísmo: para ir hacia Dios.

La festividad de la Virgen del Carmen, es una oportunidad que Dios nos da para llegar al buen puerto de la fe y de la esperanza. Con María, la fe, se vive con más facilidad. Mejor dicho, con María, a la fe, se llega por un privilegiado camino. Con María, la esperanza, es claro síntoma de que bebemos del mismo torrente del que Ella bebió: Jesucristo.

La festividad de la Virgen del Carmen es una embarcación que Dios pone a nuestro alcance. Dios necesitó de una mujer para hacerse hombre. También nosotros, aunque nos sintamos dioses sin serlo, recordamos el testimonio e imploramos la ayuda de una mujer (que fue grande porque supo surcar sus propias dudas, pobreza, miedos y habladurías); porque queremos seguir avanzando como amigos de Jesús y proponiendo su Evangelio, como la mejor noticia aún no desvelada ni gustada suficientemente por una gran parte de nuestro mundo.

Hoy –en esta jornada- todos somos un poco marineros y hombres del mar. 

Es saludable adentrarse en las aguas profundas del Evangelio. 

Es conveniente utilizar la brújula de la fe para no perdernos. 

Es solidario desplegar las velas de la esperanza y del amor para no hundirnos en nuestros exclusivos intereses. 

Es prudente llevar el ancla del perdón para detenernos, como María lo hizo, y ayudar o proclamar la presencia de Dios en nuestros corazones. 

Es ventajoso remar con el soplo del Espíritu Santo y, con sólo esa seguridad, saber que no hay olas gigantes para el que siempre cree y pone en Dios la última Palabra.

Hoy, con la Virgen del Carmen, sigamos mirando al horizonte del mar. Y con Ella, con su cántico de alabanza, proclamemos con el agua y con los peces, con las redes y con el firmamento, con los hombres de tierra y también con los del mar, las maravillas que Dios sigue haciendo y mostrándonos delante de nosotros.