Santuario,
Nuestra Señora de los Ángeles, Cuidad México Autor:
Completa
el tríptico mariano de la ciudad de México el Santuario de Nuestra
Señora de los Ángeles ahora menos frecuentado, pero con una
historia y tradición importante.
"La
Virgen de los Ángeles es rigurosamente la Madona de los pobres de México
y en esta calidad su culto es menos universal que el de la otra, que
puede llamarse nacional", así opina Ignacio M. Altamirano en
paisajes y leyendas; pero como es bien sabido, el pobre cuando
festeja hecha la casa por la ventana y así tenemos que aparte del 2
de Agosto y durante nueve días se celebraba "Las luces de los
Ángeles", en donde los juegos pirotécnicos y luces de bengala
iluminaban de multicolores el cielo, entonces límpido, de la ciudad
de México. La fiesta era una de las más concurridas de la capital
y en donde el público se sentía más a sus anchas. Sin embargo,
los excesos y la abundancia de pulque, con sus consecuencias, fueron
limitando tan copiosas fiestas.
La
historia se remonta a 1580 cuando en una de aquellas grandes
inundaciones sufridas en la ciudad a consecuencia del desequilibrio
hidrostático con la ruptura y construcción de nuevos albarradones
entre las alborotadas aguas, llegó a este sitio una pintura al óleo
de la virgen María. La imagen venía entre las aguas lodosas y fue
rescatada por un noble cacique indígena llamado Tzayoque quien le
construyó una capilla con pared de adobe y ante su deterioro la
hizo repintar sobre el muro.
La
Virgen es bella y piadosa y tiene como halo luminoso un sol a su
espalda. Está parada sobre la luna y el Espíritu Santo sostiene su
corona. Un coro angélico y una multitud de querubines la rodean por
lo que se le denominó Nuestra Señora de los Ángeles. En su
atuendo y posición anatómica hay gran parecido con la Guadalupana,
pero ésta es más blanca y de facciones más españolas.
Esta
imagen original es la que se venera sobre un frágil muro de adobe
desde el siglo XVI sujeta a inundaciones, a la intemperie y a los
barbarismos revolucionarios se conservó intacta y con su original
colorido.
En
1808 se levantó la actual iglesia cuya fachada, aunque de buena
sillería, es de una pobreza arquitectónica absoluta. No así el
interior, que es una de las plantas más bellas de este neoclásico
nuestro que en Europa sería barroco. La cúpula es de magníficas
proporciones con lucarnas enmarcando óculos. La internilla semeja
una corona.
Esta
iglesia (sin duda la nave) ha sido atribuida a Manuel Tolsá. El
Papa Pío Séptimo le otorgó en 1811 los privilegios reservados a
las grandes basílicas cuando un diácono del clero secular José
Guadalupe Rivas, guardián de este templo, ingresó a la compañía
de Jesús y los jesuitas se instalaron en él
Fuente: mexicodesconocido.com.mx/
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