Hija de Sión 
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¡Hija de Sión, alégrate,
porque el Señor está en ti,
Salvador y Rey!

Alzate y resplandece porque viene tu luz,
sobre ti se alza la Gloria del Señor
mientras las tinieblas se extienden por la tierra
y yacen los pueblos en densa oscuridad.

Hacia tu luz caminarán las naciones
y los reyes al fulgor de tu aurora.
Alza los ojos y mira en torno tuyo:
todos tus hijos vienen a ti.

Verás todo esto radiante de gozo,
te llenarás de emoción,
porque te llegan las riquezas de las gentes
y vienen a ti los tesoros del mar.

Te llamarán “Ciudad del Señor”,
“Sión del Santo de Israel”,
porque hará de ti un objeto de orgullo,
causa de alegría por la eternidad.

Ya no será el sol tu luz en el día,
ni te alumbrará la claridad de la luna,
porque el Señor será tu luz eterna,
y tu belleza será tu Dios.

No se ocultará nunca tu luna,
ni tu sol conocerá el ocaso,
porque el Señor será tu luz eterna,
los días de tu duelo llegaron a su fin.