Nuestra Señora de los Años

 

Jorge Arrastía Juárez

 

Se abre otro año;
lo hace con tu fiesta cual rosa que ventila coqueterías a los aires,
promesa de un mañana mejor que instilas en cada amanecer de cada cosa
–entusiasmo le llama alguna equivocada gente –esperanzas de un verde aroma y de verde color.

Ya hace dos mil y tantos años
desde aquel día en que trajiste al Niño al Templo, Le circuncidaste
y cambiaste la gruta por la casa...
dos mil y tantos años de nosotros amarte.
Con cuánto cariño,
siglo tras siglo,
los santos te han llenado de piropos,
los mártires la sangre generosa han ofrecido,
las vírgenes el clavel de su blanca inocencia han inmolado;
de ti los confesores el mundo han inundado.
Príncipes y Papas se han hincado a colocar el mundo ante tus plantas,
honor a tu realeza,
y recogiendo la grandeza de aquel canto tan tuyo
te han llamado la Bienaventurada;
con ellos yo,
Señora de las Generaciones,
tu Magnificat canto.

Derramadas gracias a borbotones,
oh Madre de La Iglesia,
a través de tus manos
han logrado colmar la Jerusalén, la Nueva,
con el arrepentimiento de impíos y de buenos y de santos,
de fríos y calientes, de viudas, de huérfanos,
de aquellos que por no tibios el Dios no ha vomitado,
de simples hombres y mujeres que se aferran al azur de tu manto.

A mí también ábreme el cielo;
que contigo se expanda mi alma hacia el amor.
No lo dejemos para luego,
Señora de los Años,
Santa Madre de Dios.