Inmaculada Madre,

 

Jorge Arrastía Juárez

 

por ser la tuya,
hoy es mi fiesta;
porque los hijos se regocijan con las virtudes de su madre
y tú
entre todas
eres la más perfecta:
ante ti el universo entero es polvillo de nada,
la más ínfima cosa.
¡María!
¡María Madre!, ¡María Hija!, ¡María Esposa!
María que en la gruta
le dijiste a aquella francesilla la que eras:
¡La Inmaculada Virgen!
Tu revelación de purezas se hizo jolgorio,
¡alegría inmensa!:
a tus pequeños les encanta saber que su mamita es
la más casta y delicada de todas las doncellas.
Es el mismo Dios Quien se asombra y se deleita en lo que en ti ha logrado:
¡Su obra inmarcesible!
Ver a Dios admirado nos admira,
ver a Dios sobrecogido sobrecoge,
ver a Dios exultante nos impulsa a decirLe:
¿ves?,
ésa que tienes ante Ti, ¡ésa es mi madre!,
¡es mía!,
¡es toda mía!
y me refugio en ella;
en ella no temo a Tu justicia
porque tienes que ceder ante su alma inmarchitable:
estoy debajo de su manto,
escondidito,
y Tu rigor de juez pierde Su fuerza,
se hace de miel al desarmarTe su belleza.
Padre,
¡yo soy su hijo!
esa es mi credencial, mi estirpe,
y a un hijo de tal madre se le perdonan sus torpezas.
¿Te lo repito?:
¡yo soy de ella!
¡de la reina princesa!, ¡de la princesa reina!,
de la virgen más virgen,
de aquella que es toda pura, toda belleza;
de aquella que es toda pudor, doncellez, candor y sencillez,
toda inocencia, toda humildad,
tersura, perfección, fineza.
¡Madre tan linda!
¡Virgen amable!, ¡Virgen francesa!,
Virgen de todos los que te amamos con el alma,
hoy nos acurrucamos en tus estrellas, debajo de la luna de tus pies,
detrás de tu diadema
en el pliegue más tierno de tu falda,
de tu radiante cabellera en el bucle de más rizos y más de oros…
por escapar de la venganza eterna.

Hoy,
en lugar de traerte algún regalo
queremos, dulce reina, presentes tuyos:
más que brillantes, más que vinos y mieles, trigos y fresas,
queremos, Madre,
que nos ampares del juicio que me aterra,
nos tomes en tus benditas manos y nos redimas
a pesar de todos los pesares y de tanta torpeza;
que tomes este pequeñito cariño,
cariño pobre de un estropeado corazón,
lo multipliques a millares,
lo bruñas,
le des el brillo de un centenar de lunas y de miríadas de soles,
se lo presentes a mi Dios
y Le digas que es digno, aunque no lo sea;
que es digno porque lo alzas con tus benditas manos
y le redimes de impurezas con tu pureza
…¡porque es mi fiesta!...
la mía porque es la tuya,
y en ellas las madres hacen regalos
por la simple razón del festejar.
Y si voy a pedir, te pido todo:
dame... ¡el Cielo!...
¡qué es grande fiesta
porque es tu fiesta!