María,            encantadoramente dulce

 

Novalis

 

 

14

Quien una vez oh, Madre, te ha mirado,

Jamás tendrá la perdición en suerte;

De aflicción llorará, de ti apartado,

Te amará con ardor hasta la muerte,

Y quedará de su alma soberana

La huella de tu gracia sobrehumana.

En tu bondad mi corazón confía;

Si en mi necesidad no me desdeñas,

Ten de mí compasión, oh Madre mía,

Hazme desde la gloria alegres señas.

En ti tiene mi ser su firme asiento,

En mi socorro ven, sólo un momento.

Ah, cuántas veces yo te vi en mi sueño,

Tan hermosa, que no es para descrito;

Entre tus brazos el Jesús pequeño

De mi se apiadaba, su amiguito.

Tú la augusta mirada al cielo alzabas

Y, entre esplendentes nubes, te alejabas.

Ah, ¿qué es, triste de mí, lo que te hice?

Póstrome aún orando en tu presencia.

Los templos donde el mundo te bendice

Refugio son áun de mi existencia.

Oh tú, Reina del cielo bendecida,

Toma este corazón, toma mi vida.

Cuán tuya sea toda mi pobre alma

Oh, tú, mi Reina amada, verlo puedes.

¿Acaso no he gozado en dulce calma

Durante largos años tus mercedes?

En mi infancia feliz, oh suave encanto,

Sorbí la leche de tu pecho santo.

¿Cuántas veces tu gracia me bendijo!

Con candor infantil yo te miraba.

Sus manecitas dábame tu hijo,

Que un temor de perderme le agitaba.

Tú, llena de ternura, sonreías

Y me besabas ¡oh, dichosos días!

Lejos ya está este mundo bienhadado;

De pena sangra el corazón contrito;

Errante voy, sin guía y conturbado.

¿Habrá sido tan grave mi delito?

Cual niño, toco el orla de tu manto;

Aligérame, al fin de mi quebranto.

Si un pobre niño tus facciones puras

Mirar puede y confiarse a tu cariño,

Desata de la edad las ligaduras

Y tú haz de mí párvulo, tu niño:

En mi pecho la más filial ternura

Desde aquella edad de oro aun perdura.

 

15

En mil cuadros he visto retratada

Tu bella faz dulcísima, oh, María;

Mas en ninguno estás representada

Tal como te contempla el alma mía.

A tu vista, el tumulto de la tierra

Se me disipa como un sueño inestable,

Y un cielo de dulzor inenarrable

Eternamente en mi ánima se encierra.

 

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Tomado de su obra Cánticos espirituales.