|
La Asunción de Nuestra
Señora
Padre
Angel Moreno de Buenafuente
Quiero cantarte, a ti,
Nuestra Señora, bendita entre la mujeres, siempre virgen, entrañas
capaces de albergar a Dios, tierra escogida para dar carne al Verbo.
Quiero glosar tu nombre, Santa María. A ti la ganadora de doce
estrellas, elevada sobre el podium de la Gloria la humilde esclava
y servidora fiel.
Quiero sumarme al gozo de los pueblos,
porque en ti hemos triunfado los humanos. Tú has dado el sí pleno en
la carrera, has llegado a la meta más alta, la primera.
Virgen
de los peregrinos, y de los que no tienen cobijo, de los que desean
alcanzar tu altura, los que ponen sus ojos en el cielo, a pesar de
llevar sobre sus hombros tanto peso.
Bienaventurada madre, y
compañera nuestra, Si diste a luz a Dios, lo diste humano. En ti
sentimos la mirada amiga, el lucero del alba y la luz del puerto,
No te alejes de la tierra, no te alejes, Aunque asunta a la
divina cámara, tu lugar sigue siendo el páramo desierto, mientras
un hijo tuyo quede en el destierro.
María, transparencia de Dios
y de hermosura, déjanos mirarnos en tu ojos grandes y adelantar en
ellos el brillo de los cielos, nuestro destino, por gracia de tu
Hijo.
Si te ha llamado tu Señor al cielo, no te olvides de la
sed de los que aquí migran, buscando el fresquedal de los oasis,
el manantial de dulces aguas limpias.
Señora, sigue siendo la
relación secreta, que alivia la soledad humana más herida, que
llena de amor el corazón menesteroso, y da esperanza a los gemidos
del exilio.
Hoy te cantan el tomillo, la palma y el romero, te
alfombran el rosal, el nardo y el cantueso, te visten la luz y las
nubes del cielo, huele a mirra, a jazmín y a incienso.
Las
naciones hoy cantan a su Reina, te miran con certeza de esperanza,
Todos sienten tu oración intercesora. ¡No te vayas, Señora, de la
tierra!
|
|