La Natividad de Nuestra Señora

 

Alberto Lista y Aragón

 

 

Cuando amanece al angustiado mundo 
la sacrosanta Virgen, 
de la mancha primera preservada, 
detiene absorta la celeste esfera 
su raudo movimiento, 
y retiembla de gozo el firmamento. 

Júbilo nuevo en las etéreas cumbres 
el angélico bando 
siente añadirse a su placer eterno: 
Jehová depone el rayo vengativo; 
y la inocencia amada 
brilla otra vez del hombre en la morada. 

Entonces Uriel, a quien fue dado 
el gobierno del día, 
y en el ardiente sol fijó su trono, 
esparciendo su voz por cuanto alumbra 
el flamígero vuelo, 
así cantó el placer de tierra y cielo: 

«¿Cuál es esta, que sube vencedora 
del seno de la nada 
a ilustrar las mansiones de la vida? 
La plateada luna no es más bella 
entre el coro estrellado, 
ni el sol más puro en el cenit rosado.» 

«¡Cómo nuevo verdor y vida nueva 
recobran las montañas, 
do a ser delicia de la tierra nace! 
Júbilo, Nazaret: salud, Carmelo: 
de Jericó la rosa 
ya florece en tu suelo más hermosa.» 

«¡Cuánto pavor infunde su semblante, 
del ángel dulce encanto, 
a la hueste infernal de las tinieblas! 
¿Oís, oís cuál brama enfurecido 
el orgulloso bando? 
¿cuál sus puertas se cierran rastrallando?» 

«No más terrible intrépida falange 
al débil enemigo 
marcha para el combate y la victoria. 
Triunfa, hermosa mujer: el Dios potente 
su rayo te confía, 
y su terror ante tu faz envía.» 

«¿Quién cómo tú, gran Dios? Ángeles puros, 
altas inteligencias, 
bendecid su piedad. ¿No veis cuál mira 
la triste tierra con benignos ojos? 
¿no veis ya disipado 
el ceño, que ocultó su rostro airado?» 

«Himno de triunfo al Verbo, al Amor santo 
bendición sempiterna. 
Mortales, respirad, que ya fenece 
el largo cautiverio: el sol divino 
ya seguirá a la aurora, 
cuyo esplendor vuestras mansiones dora.» 

«Ángeles ensalzadla. Del Dios sumo 
hija madre y esposa 
y reina vuestra es. ¡Dichoso el día 
que nace para el bien de los mortales! 
a su belleza y gloria 
himnos de amor cantad y de victoria.» 

Dijo Uriel, y con el cetro de oro 
señala en la alta esfera 
el instante feliz. Cánticos nuevos 
las empíreas regiones enamoran; 
y a su hermosa criatura 
ledo sonríe el Padre de la altura.