Virgo Inmaculata

 

P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.

 

 

Tus ojos descendieron de los cielos
dos gotas de pureza y a su altura
se tornan ahora, raudos, Virgen pura,
que de ella les recomen los anhelos.

Tus manos sobre el pecho, albos velos
que gracia celan. Bella arquitectura
de lilio y de zafir, en derechura,
tu cuerpo, de tu Dios, en rúbeos celos.

Tu níveo calcañal de la serpiente
huella la testa, de malicia fuente.
Racimos de querubes, a tu planta

coro atiplado, tu limpieza canta
con voz de oro y cítara acordada,
que, ledo, el eco vierte: ¡Inmaculada!