El nacimiento del niño Jesús

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Viene la luz al mundo peregrino

por tu jardín cercado de armonía,

por tu fuente sellada, por la vía

de tu incólume cáliz femenino.

 

Eres la senda clara, leal camino

para iniciar la fértil travesía

y encontrar a Jesús. En ti, María,

está el tesoro del caudal divino.

Por la puerta cerrada del Oriente

alumbra el Sol la cepa desvalida

desde aquel sí donado humildemente.

La gloria del Señor luce en tu frente,

ha sido tu modestia enaltecida

y Dios duerme en tus brazos blandamente.

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Canta el gallo en la aurora renacida,

un nuevo día asoma por Belén,

en un pesebre está la Paz, el Bien

que vencerá a la muerte con su vida.

Tiemblas por su presencia, conmovida,

y el futuro se turbará también

de admiración, pues en Jerusalén

conquistará la tierra prometida.

Sembrará el eucarístico alimento,

elevará al espíritu inmortal

hasta alcanzar el célico aposento.

En la mañana de su nacimiento

la creación es pila bautismal

y en tus brazos palpita el Sacramento.

 

El Niño, que reposa en la pobreza,

es el Ser uno y trino, el omnisciente,

dueño del firmamento, omnipotente,

el arca de la espiritual riqueza.

El nace cada día en la tristeza,

en el hambre y la sed del penitente,

en la fe y caridad del oferente,

en la flor virginal de la pureza.

Por ti, María, madre medianera

entre el Reino y sus hijos desterrados,

se ha derribado la mortal frontera.

La Trinidad ha izado su bandera

para los justos bienaventurados

que en ti logran la dicha postrimera.