La coronación de espinas 

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Entre insultos soeces, los soldados

despegan a Jesús de sus vestidos

arrastrando los restos adheridos,

reabriendo los surcos coagulados.

Manan dogma los músculos rasgados

y un manto rojo oprime sus latidos,

se concentran en todos sus sentidos

deserciones y agravios aceptados.

Con espinas taladran su cabeza

coronándole rey de los judíos

y por cetro le entregan una caña.

Desconcertados ante su nobleza

le escupen, le apalean, los impíos,

pues les turba una sensación extraña.

*****

Circundan su cerebro las espinas,

le atraviesan agudos pensamientos

de aflicción. Se resigna a los tormentos

para salvar las ánimas mezquinas.

Derrocharán su pan en las esquinas,

arrancarán su vid y sus sarmientos,

le agobiarán con súplicas, lamentos,

le clavarán mil veces las espinas.

Mas lleva la corona bien ceñida,

el amor se derrama por su frente

y sujeta la caña con honor.

Resiste los puyazos, la embestida

del desamor, que hiere cruelmente,

y pide al Padre aumente su valor.

*****  

Las espinas clavadas en su frente

dañan más en su tierno corazón.

Agiganta el dolor de su pasión

la soledad cercándole la mente.

La tibieza futura del creyente

le ciñe con perfidia y decepción,

es difícil sufrir la sinrazón

del hombre, ante la gloria indiferente.

Le duele ver su credo incomprendido.

La frialdad le asquea, le repugna,

su vértice punzante le conmueve.

Se ofrece por el mundo descreído.

Porque a la indiferencia Él impugna,

será el cordero de la parasceve.