Descubres la sombra del Verbo

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Sube como la hiedra tu loca rebeldía,
se enrosca en la blancura de tus alas
y te abaja hasta el barro.
Un fragmento del salmo universal
grita tu nombre por los arrecifes
exigiendo el rescate
de la materia errante en el exilio.

Eres, Virgen María,
escalera de luz para los pies sacrílegos
que están pisoteando los laureles 
de tu jardín frondoso.

La rama verde es pasto de las llamas
y calcinan tus párpados
las ascuas encendidas que te ciegan
velando las raíces 
del sellado portal que tú inauguras.

Como al ardiente arbusto del desierto
no te consume el fuego enajenado,
sólo el cierzo del mísero abandono
te seca y te marchita con su zarpazo frío.
Se rompe en tu garganta
la música armoniosa de la esfera,
la vibración divina, el venerable cántico
de tu niñez armónica.

Te reclama el silencio con vocación de lápida.
Vulneran tus confines
latigazos, espinas, vejaciones,
el soez populacho, la denigrante túnica,
el vejatorio báculo
y el rostro ensangrentado que en paz se desdibuja.

El astro moribundo engendrado en tu seno
resplandece en el último horizonte
alumbrando las cumbres.
Pero tú, que contemplas el poniente,
no puedes escapar
de la acidez que infecta la razón.

Henchida de terrores y tinieblas
batallas con las nubes que ensombrecen el día,
te elevas hacia Oriente desde heladas montañas
y clamas en los riscos de las aves rapaces.
Trasciendes las preguntas, 
dejas la reflexión suspendida en el éxtasis,
y olvidas el pesar de la existencia.
Descubres el contorno
de la sombra del Verbo en el origen
y concilia contrarios su nacimiento incólume.