Belleza de María

 

José M. Pemán

 

 

Como en el agua pura y remansada 
se reflejan los juncos y las flores, 
se refleja en tu frente inmaculada, 
la Belleza increada 
del Dios de los amores. 
Y el pobre peregrino 
que va por esta senda de dolores 
en busca de un amor grande y divino 
que calme su ambición y sus ardores, 
mira en tus dulces ojos, Madre mía, 
esa divina hartura 
de Amor y de Hermosura, 
que el corazón ansía, 
esa felicidad augusta y plena 
que hace en la tierra adivinar el Cielo, 
esa quietud beatísima y serena, 
esa embriaguez de gracia y de consuelo 
que hace olvidar tristezas y pesares, 
y es la hartura inefable y deliciosa, 
con que embriagaba al rey de los Cantares 
el perfume de nardos de la Esposa.