Santa María

 

Jesús Bermejo Jiménez

 

 

El aire es desgarra en azucenas
y pide más azul y se hace fuego
Si pronuncio tu nombre, si te ruego,
de gozo se estremecen mis arenas.

Limpios quedan los valles de la pena
si te miro y te invoco, si me entrego
como niño a tus brazos, pobre y ciego,
buscando luz de amor, olas serenas.

Madre, que tienes corazón de aurora,
frena la sangre de este barro ardiente
que apenas ríe y casi siempre llora.

Tú, que eres mar y fuente de alegría,
ayúdame a encontrar en tu corriente
la paz que voy soñando noche y día.