Meditación de la soledad de María 

 

José María Pemán

 

 

Composición de lugar 

Palidecidas las rosas 
De tus labios angustiados; 
Mustios los lirios morados 
De tus mejillas llorosas; 
Recordando las gozosas 
Horas idas de Belén, 
Sin consuelo y sin bien 
Que su soledad llene... 
¡Miradla por donde viene, 
Hijas de Jerusalén! 


Meditación 

Virgen de la soledad: 
Rendido de gozos vanos, 
En las rosas de tus manos 
Se ha muerto mi voluntad. 
Cruzadas con humildad 
En tu pecho sin aliento, 
La mañana del portento, 
Tus manos fueron, Señora, 
La primera cruz redentora: 
La cruz del sometimiento. 
Como tú te sometiste, 
Someterme yo quería: 
Para ir haciendo mi vía 
Con sol claro noche triste. 
Ejemplo santo nos diste 
Cuando, en la tarde deicida, 
Tu soledad dolorida 
Por los senderos mostrabas: 
Tocas de luto llevabas, 
Ojos de paloma herida. 
La fruta de nuestro bien 
Fue de tu llanto regada: 
Refugio fueron y almohada 
Tus rodillas, de su sien. 
Otra vez, como en Belén, 
Tu falda cuna le hacía, 
Y sobre Él tu amor volvía 
A las angustias primeras... 
Señora: si tú quisieras 
Contigo lo lloraría. 



Coloquio 

Por tu dolor sin testigo, 
Por tu llanto sin piedades, 
Maestra de soledades, 
Enséñame a estar contigo. 
Que al quedarte Tú conmigo, 
Partido 
Ya de tu veras 
El hijo que en la madera 
De la Santa Cruz dejaste, 
Yo sé que en Tí lo encontraste 
De una segunda manera. 
En mi alma. Madre, lavada 
De las bajas suciedades, 
A fuerza de soledades, 
Le estoy haciendo morada. 
Prendida tengo y colgada 
Ya mi cámara de flores. 
Y a humear por los alcores 
Por si llega el peregrino 
He soltado en mi camino 
Mis cinco perros mejores. 
Quiero yo que el alma mía, 
Tenga, de sí vaciada, 
Su soledad preparada 
Para la gran compañía. 
Con nueva paz y alegría 
Quiero, por amor, tener 
La vida muerta al placer 
Y muerta al mundo, de suerte 
Que cuando venga la muerte 
La quede poco que hacer. 


Oración final 

Pero en tanto que El asoma, 
Señor, por las cañadas, 
¡por tus tocas enlutadas 
y tus ojos de paloma! 
Recibe mi angustia y toma 
En tus manos mi ansiedad 
Y séame, por piedad, 
Señora del mayor duelo, 
Tu soledad sin consuelo 
Consuelo en mi soledad.