Como a mi Madre

 

Judith Bautista Fajardo

 

 

Su madre conservaba cuidadosamente
todas las cosas en su corazón.
Lucas 2, 51b

Hoy llegarías María, como mi Madre,
con tu abrazo tibio de madrugada,
“Es hora de levantarse”. 

Hoy llegarías María, como mi madre,
con el delantal de entre cocina, 
y las manos ya olorosas a sabor de desayuno. 

Llegarías, María,
andando y desandando los rincones de la casa, 
llenando de tu vida, esta ventana,
aquella ropa, esta puerta, esa flor. 

Llegarías María, con las manos salpicadas
del tetero de los nietos, cargada con las cosas
que has ido recogiendo por la casa.
Hoy me despedirías, María, como mi madre,
con un beso de buena suerte en la mejilla, 
con tu abrazo de apoyo, 
para irme a recorrer mis jóvenes caminos,
y tu siempre silenciosa plegaria:
“Dios, llévala con bien”. 

Hoy te quedarías de nuevo María, como mi madre,
en la puerta de la casa,
testigo de mis pasos deseosos de abarcar el mundo. 

Me guardarías en tu pecho, 
silenciosamente, como mi madre,
después de decirme con dulzura:
“No tardes en volver”.