Romance de la Virgen de la Caridad

 

Luisa Muñoz del Valle

 

 

Para escribir su leyenda,
que es alba primaveral,
busqué una tiza de luna
y ahora quiero llegar
a la pizarra del cielo
por mi escala de cristal.
Quiero escribirla muy alto:
Lección pura que leerán
cuantos levanten la frente
al gran pergamino astral.
Una leyenda de estrellas
solo se puede contar
con la garganta del viento
o el aroma de un rosal.
Voy en silencio a escribirla;
un ángel me la dirá,
desarrollando el ovillo
de seda de un madrigal.
Una mañana, dos indios
y un negrito iban por sal,
iban entre dos zafiros
puros: el cielo y el mar.
De pronto un fanal de espumas
lejano se volvió imán
para sus pupilas niñas;
venció la curiosidad
y remaron hacia el punto
que atraía su mirar.
¿Era una paloma en fuga...?
¿o alguna luz sideral
que buscó el campo del agua
para correr y jugar...?
¿Era una niña...? Remaron
a salvarla. Cerca ya:
¡Era una estrella...! ¡y venía
caminando sobre el mar!
¡Una estrella! Dios hacía
su regalo celestial.
Debieron verse tres almas
nevadas de claridad.
Hicieron cojín de lirios
las manos para acunar
su joya... y una sonrisa
tejió una estrofa de sal.
Subió la Estrella a la barca
y se quedó sobre el mar
un madero que decía
"VIRGEN DE LA CARIDAD".
La emoción lanzó una ola,
despuntó un canto lustral
y un bando de mariposas
pasó besando la mar.
Fueron remando a la playa...
El terciopelo del mar
como en aquella mañana
no ha vuelto a brillar jamás.
Y hoy, un laurel muy anciano
me contaba la verdad:
"La brisa rezó aquel día
y tuvo alas de azahar".