La mujer de los ojos de Dios

 

Francisco Contreras Molina

 

 

¡Ay, cómo Dios te miraba!
¡Mira que te miraría
que de Ti hizo dulce nido,
donde los tres morarían!
El Hijo te formó Madre,
el Padre te procreó Hija,
y una Paloma entre lirios
de amores se consumía.
Amasando humana tierra,
fabricó el Señor la arcilla
de tu hermoso corazón,
y en Ti floreció la vida.
Rompiendo moldes de aurora
Dios te creó. ¡Maravilla
el perfil de tu alabastro,
al alba de tu sonrisa!
Dios fijó en Ti su mirada
y todo Él se estremecía.
ICómo brillaban sus ojos!
¡Ay, Dios, cómo relucían!
Cuántos requiebros al viento
te hizo Dios, y no servían.
Cuántos nombres como perlas
hasta prenderse en María.
Su complacencia está en Ti,
tan verdadera y sencilla:
eres la estrella del cielo
y de la tierra semilla.
Si supieras la querencia
de la ternura infinita.
Si viera; cómo Él te quiere,
Niña de sus ojos, irnira!
Cuando Dios más te miraba,
más bella aún parecías.
El sol te doraba entero
como los chorros del día.
Victoriosos de la noche,
tus ojos, donde palpitan
perpetuamente unas ascuas,
que jamás serán cenizas.
Te quiere tanto el Señor
que por Ti se moriría.
Será una muerte de amor.
Cuanto más muerte más vida.
Tan de Dios y tan humana.
Tan a mi alcance y divina:
un trozo de pan caliente,
un cántaro de agua fría.
Con tus manos derramadas
sáname las cinco heridas,
dame color de manzana,
el mismo de tus mejillas.
Igual que Dios te miraba.
Lo mismo que te quería.
No dejes ya de mirarme,
mar de amor, iay, Madre mía!