Oración por una niña
Santuario de El Cobre, Cuba.

 

Antonio Rodríguez Pazo

 

 

Cuando te vine a ver, Regia Señora
no iba a pedirte nada;
sólo iba a agradecer la salvadora
bondad que me brindaba
tu inagotable fuente bienhechora.
Te iba a decir lo bien que me sentía
viviendo a tu cuidado;
lo que se te quería;
cómo borraste el lóbrego pasado
y llenaste mi vida de alegría.
Pero tengo que hablarte y no me apena
tenerte que pedir, que eso sería
ser ciego ante la pena
de aquella muchachita que venía
con la vida prestada, y era buena,
porque se le veía la piedad en la cara
y parecía una virgen de arena.
Te pido que mitigues su quebranto,
déjale la prestada vida, más sin llanto,
sin sangre en el pañuelo, sin congoja.
Y a mí no me des nada;
que ya me has dado tanto,
que para mí, ¡más nada se me antoja…!