En Caná de Galilea
«No tienen vino» (Jn 2,3)

 

Padre José L. Carreño S.D.B

 

 

No hay vino en el ánfora,
no hay vino en la mesa,
no hay vino en el sótano,
no hay vino en la tienda.

La cena de novios,
iqué lúgubre está!;
ino hay vino en los vasos!
¡No hay vino en Caná!

Se apaga la charla,
la risa se muere,
los ojos se nublan,
se ausenta la mente.

El arpa está muda,
seco el jarro está:
no hay vino en los vasos,
no hay vino en Caná.

Mas, ¡oh, pareja feliz!,
pronto va a cambiar la escena.
Cierta madre nazarena
con aire de emperatriz
se ha escurrido en la cena.
y ha dicho al arquitriclino:
«¿Qué no hay vino?
Saquemos ya de raíz
el bochorno de esta pena
de nuestro pobre vecino.
Ese que acaba de entrar
con señales de fatiga
va a aliviar vuestro pesar:
Tan sólo haced lo que os diga».

«Se les ha aguado la fiesta
mi buen Hijo y mi Señor:
¡Todo triste en derredor!:
iNovios, gente, charla, orquesta... »,

- "Pero yo, Madre y Señora,
¿qué he de hacer si escrito está
que no ha llegado mi hora?»,
- «Pues, ¡exceptúa a Caná!».

Y haciendo lo que el viajero
mandara al arquitriclino,
de una tinaja, primero,
sacaron un cazo; empero
no era agua ya, sino mero:
¡El agua aquella era vino!
¡Nunca lagar palestino
destilara caldo igual!:
¡Más diáfano que un cristal,
más puro que un néctar fino!

Y el milagro sobrevino:
ya hay vino en el ánfora,
ya hay vino en la mesa;
ya hay canto en la sala,
ya hay gozo en la fiesta.
Despiertan las arpas;
su son vibra ya.
Ya bullen los cántaros,
¡ya hay vino en Caná!

En la aventura primera
de su divina carrera
fuerza habrá sido que a Vos
con amor os sonriera
como a Madre y Medianera.
Ahora hay que decir «adiós»:
¡Hasta la cruz que os espera!

Deja que el Cristo sonría,
que sólo vosotros dos
conocéis lo que es María:
María, nuestra alegría,
¡María, vino de Dios!