Sospechas de José

 

Rainer María Rilke

 

 

Y el ángel habló y se dio el trabajo
de persuadir al que así crispaba los puños:
«Pero tú no ves en cada uno de sus pliegues
que es fría como la mañana de Dios».
Pero el otro le miraba con el ceño fruncido,
murmurando sólo: «¿Qué es lo que así la ha cambiado?»
Pero entonces gritó el ángel: «Carpintero,
¿no te das cuenta que es obra de Dios?
Porque tú haces tablas, en tu orgullo,
¿quieres pedir realmente cuentas a Aquel
que, con modestia, de esa misma madera,
hace brotar las hojas y abultar los capullos?»
Comprendió. Y como ahora levantase la vista,
asustado de verdad, para mirar al ángel,
éste ya no estaba. Entonces se quitó lentamente
la boina y entonó alabanzas al Señor.