Hijo, deja el sucio barro

 

Antonio López Baeza

 

 

-Hijo, deja el sucio barro
¿no ves que te manchas todo,
ropas, ojos, labios, manos...?
¿Por qué esa manía tuya
de jugar siempre con barro?

-Madre, es que el barro se deja
modelar, dócil y blando,
para que con él yo forme
hombres, gacelas y pájaros.

-Hijo, no entiendo qué dices;
que todo eso está formado
por el Creador Divino,
cuyo Nombre sea alabado;
y tú, lo único que logras
es darme a mí trabajo.

-Madre, si el barro no ensucia
para el que lo toca amándolo,
porque el amor en la tierra
todo lo deja más blanco,
todo lo deja más puro,
todo lo deja más santo;
¿no sé por qué sufres, madre,
que pueda ensuciarme el barro?

-Híjo. qué cosas me dices':
qué hablar tan sublime y raro!
Yo sólo sé que la tierra
deja los cuerpos manchados,
y el agua los pone limpios,
y el sol les da calor casto:
que así el Creador Divino
lo dejó todo ordenado.

-Madre no existe otro orden
que el que nace de mis manos;
ni puede haber más pureza
que el fruto de mi trabajo.
No estorbes, Madre, mis juegos,
que el Padre me ha encomendado
poner alas a la tierra,
encender el barro en cantos,
y que el Espíritu mismo
sea hermano menor del barro.
Que yo nací para ser
alfarero enamorado.