Sobre las aguas de la muerte

 

José Zorrilla

 

 

Sobre las aguas de la muerte
Sólo una mujer, más blanca
que la nieve, más hermosa
que el cielo azul, más brillante
que el sol que al oriente asoma,
adornada por un manto
que el oro y las perlas orlan
y coronada la frente
de estrellas deslumbradoras,
tocó con segura planta
de las aguas peligrosas
la rihera, y a cruzarlas
empezó. Sobre las ondas,
desde sus plantas brotando
y para sus plantas solas
hecho, un puente de luz y oro
a esta mujer prodigiosa
franqueó un camino que a nadie
de los demás se le otorga.
Contemplaba yo extasiado
a aquella inmortal Señora
cruzar el místico puente
risueña, tranquila, hermosa,
cuando una voz celestial,
amiga, suave y armónica,
me dijo: ¿Ves esa Reina
que el real privilegio goza
de no tocar esas aguas
que encenagan cuanto tocan?
Pues de un hijo de Noé
ha de nacer, vencedora
de la muerte y del pecado
a ser puerta de la gloria-