Al nombre de María

 

José Zorrilla

 

 

María, cuyo nombre
como conjuro santo
ahuyenta con espanto
la saña de Luzbel,
escríbeme en el pecho
tu nombre omnipotente,
porque jamás intente
aposentarse en él.

María, Soberana
en cuanto el orbe encierra,
rocío de la tierra,
estrella de la mar,
tu nombre misterioso
será fanal tranquilo
que alumbrará el asilo
de mi terreno hogar.

María, cuyo nombre
es fuente de pureza
que lava la torpeza
del frágil carazón,
tu nombre será el agua
que el mío purifique
de cuanta en él radique
maligna inclinación.

María, luz del cielo,
cuya brillante esencia
es luz de toda ciencia,
y del saber raudal,
tu nombre sea antorcha
cuyo fulgor ahuyente
de mi acotada mente
la lobreguez letal.

María, cuyo nombre
es música más suave
que el cántico del ave
y que del agua el son,
tu nombre sea fuente
do beban su armonía
mi tosca poesía,
mi pobre inspiración.

María, a cuyo nombre
la divinal justicia
al pecador propicia
se inclina a perdonar,
tu nombre sea, cuando
la eternidad se me abra,
la última palabra
que exhale al expirar.