María

 

Pedro Calderón de la Barca

 

 

Ara la tierra el sembrador, y ella
ya pedregosa, ya árida, ya extraña
tal vez le vuelve espinas, tal cizaña
y tal hierba viciosa da a su huella.

 

Pero tal vez también próvida aquélla,
que nació para honor de la campaña,
al cándido rocío que la baña
fértil responde, agradecida y bella.


La semilla de Dios es su palabra, .
y aunque en el hombre, ingrata fiera fría,
en vano arroje el grano, el surco alza,


no cuando a la tierra virgen se le fía,
con que hoy la Iglesia pan de ángeles labra,
siendo la fe la troj, la miel María.