La coronación de espinas

 

Pedro Díaz-Landa

 

 

 Tercer Misterio Doloroso

Desnudo, en los pasillos pretorianos,
soportó nuestro escarnio y nuestra saña.
Y en acto vil pusimos una caña
-cetro de burla- en una de sus manos.

¿Roma o el Sanedrín? ¿Será de humanos
esta procaz vendimia de cizaña?
¿O es Luzbel el que blande la guadaña
en medio de judíos y romanos?

Su capa nos sorteamos... Y su ropa
nos disputamos con fruición blasfema.
y un agrio vino echamos en su copa.

Su rostro abofeteamos y escupimos.
Y, simulando una triunfal diadema,
¡la corona de espinas le pusimos!