Soneto por el llanto de Nuestra Señora y de San José al niño perdido

 

Pedro Espinosa

 

 

Pastor a cuya gloria me levanto,
zagala, honor de aquestas selvas bellas,
en lágrimas bañáis las nobles huellas:
¿que un cordero perdido lloráis tanto?

Lloras, María, y tu precioso llanto
suben para su lumbre las estrellas;
y lloras tú, Joseph, cuyas querellas
son de los aires ornamento santo.

Más de una voz el aire desordena
del uno y otro pecho atribulado,
que a Jesús llama entre mortal gemido.

Mas de aqueste dolor nace otra pena,
viendo que, cuando más hayáis llorado,
no igualará el dolor al bien perdido.