Poesía cordimariana

 

Monseñor Pedro María Casaldáliga

 

 

(Al R. P. Carlos E. Mesa, cmf.
Maestro inolvidable.)

Los hombres van por defuera,
recorriendo tus ermitas
calzadas de primavera.

Romero de dentro, yo
me voy con la romería
que sube a tu Corazón.

Yo también soy un hombre
con caudal de pasión.
El fuego de la Gracia ha calcinado
la piedra de mi voz.
Pero aún soy un hombre incontenible
contra las aguas rojas de las venas.
Y el corazón señala, cada día,
sin falta, cada día,
la hora del amor...

¡Y sin falta respondes
—cada día más cerca—
con la campana de tu Corazón!
Mañana ya, tal vez, desde mí mismo...

Como un perro encendido
que va a caza de Dios,
mi corazón se sacia
del agua de tu amor.

Sobre tu carne virgen nace el cielo.
La tierra ha descubierto la flor de la alegría
bajo las dulces alas de tus pies.
Y los hombres, que somos unos niños sin paz,
por la cuna incansable de tus manos
ya sabemos soñar...
¡Y en la hondonada de tu Corazón
se ha abierto el trébol de la Trinidad!

Yo plantaré la encina de mi voz
en mitad de la tierra desolada.
Tú bajarás como en Iría...
¡y te verán todos los hombres, Madre!

En esta pobre noche de Belén,
mis hermanos, pastores inconscientes;
te verán con los ojos de Jacinta.

La sangre derramada será una rosa inmensa.

Sobre la cuna de tu Corazón
Dios nacerá, otra vez, al mundo.

Mi vida como un río
desde tu Corazón.

Impetuosamente
hacia tu Corazón
el río de mi sangre.

¡Mi muerte, como un río
contra tu Corazón abierto, Madre!