Sendero

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Tu blanda mano tan consoladora,
Tocó las sien donde la fiebre ardía 
Y en ira y en frustrada cobardía,
Rechacé aquella mano bienhechora. 

Marché tras la sonrisa tentadora
Del mundo, sus placeres y alegría,
En la ominosa perdición sombría 
Que acechaba en la Parca destructora. 

Y me ví abandonado a mi destino
Y víctima de la superchería 
De aquel desatinado y mal camino 

Clamé al señor, que en lábaro divino, 
Vino en mi ayuda; y con la fiel María
Soy ya un esperanzado peregrino.