Ermita de María

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Cuando a solas me hallo en la pequeña ermita 
Donde desgrano rezos y anhelos incumplidos, 
Do miran las estatuas de santos fenecidos, 
Vislumbro la presencia de la Virgen bendita. 
 
Expulsa toda angustia que me atormente el alma, 
A mi lado se encuentra, la que siempre cercana, 
Sosiega mi temor y mi fervor inflama, 
Sosteniendo mi fe y aumentando mi calma. 
 
Y aunque calla prudente no la siento distante, 
Y sé que mi susurro sus oídos alcanza, 
Que mi rezo imperfecto es casi pura holganza, 
Pues dejo mis cuidados a su amor vigilante. 
 
Y sé que esa no es forma, pero creo que es discreto 
Que el mísero que pide y llora penitente, 
Descuide las ideas y se entregue indolente 
Al amor que comprende y que aguarda en secreto. 
 
Y exultante mi pecho de gozo desvaría; 
Una calma divina me penetra radiante, 
Y percibo a mi lado invisible y amante 
En caricias celestes, a mi Virgen María.