Madre sublime

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Madre tierna y sublime, de augusta luz que alumbra 
Al pobre pecador que humilde a Cristo adora, 
Y en bello amanecer, en clara y limpia aurora, 
Despeja al corazón que yace en la penumbra. 
 
Tu sacas al perdido de aciaga noche oscura; 
Reavivas el aliento del pobre desdichado; 
Alivias las penurias que afligen al penado 
Y al pobre desahuciado otorgas tu ventura. 
 
Quebrantas, de los hombres, las míseras cadenas 
Que amarran a las gentes al vicio y al dolor; 
Las cambias por convites de tu encendido amor 
Y en el amor de Cristo redimes de sus penas. 
 
Santa virgen María, amante madre pura, 
Que tierna y compasiva de todo mal liberas 
A quien, ya redimido, retoza en tus praderas 
Y todo esperanzado se acoge a tu ternura. 
 
Acude a mi lamento y sé mi cierto faro 
Que me dirija a Cristo, divino y fiel amigo, 
Y en su morada eterna encuentre santo abrigo 
Para gozar de gloria, de amor y tierno amparo.