María Augusta

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Discurre augusta como el ancho río 
En mi alma agitada y susceptible; 
No es arroyo agitado bronco y frío; 
Es cálido caudal limpio y sensible 
 
Como gotas serenas de rocío, 
Destila de su amor sobre el terrible 
Torrente de una vida ya en estío, 
Tornándolo tranquilo y apacible. 
 
Es plácido colirio para el ojo, 
Que anhela seguir su blanca estela, 
Y vino de banquete, ardiente y rojo. 
 
Y si alguno me arguye que es antojo 
Le diré que María es mi candela 
Que alumbra y que calienta sin enojo. 
 
Y añado con arrojo, 
A mi madre María, bienamada, 
Rindo veneración con mi balada.