La Virgen de la Patagonia

 

Claudio Serra Brun

 

 

Llego sobre las olas, volando. 
Luego la mañana agreste
el peso del cuerpo
el camino largo. 
La Isla de los Pájaros
allá flota leve
apenas sujeta a la costa
y el brazo de mar que la quiere para sí. 

He llegado a los límites,
al confín de lo que fuí, 
al principio, 
a la visión primera de la luz
de la esperanza, 
cuando mi joven corazón
solo veía bondad, no conocía
el laberinto, la cueva, 
el horror de los hombres. 

A paso lento voy por los médanos
hasta la ermita, 
la puerta cerrada
la cadena cubierta de herrumbre, 
por entre los barrotes
veo a la Virgen del Mar,
las placas con los nombres
de los muertos en las olas, 
el vaso y las flores de plástico, 
la arenisca que lo cubre todo. 

Tantas lágrimas corrieron en estos veinte años
y ninguna resbaló hacia tí
para enjugar a tus pies
las afrentas del mundo. 
O quizá el óxido de las cadenas
sea el llanto de los hombres, 
el hierro gastado del cancel
sea por las manos orantes. 

Las olas te devuelven
un poco de Tí :
Una fina espuma de mar
se posa en tu rostro
para el perdón infinito
de la locura de los hombres. 

(Isla de los Pájaros, Península de Valdés, Argentina).