Nuestra Señora de los Angeles

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

Hay volteos de campanas,
ángeles las están tocando,
La del cielo Soberana,
a su gracia está llamando,
de su carita emanan,
amor, dulzura y encanto,
para su gente huelvana,
a la que ofrece su manto.

De ángeles la flor,
para Huelva dulzura,
de los niños el amor,
de todos la Virgen pura,
que es la Madre de Dios,
dice la Sagrada Escritura,
para Ella nuestra devoción,
cincuenta años ha que dura,

Y que sean muchos más,
tantos como Tú quieras,
Señora de nuestro altar,
hasta vernos a tu vera,
y con tus ángeles estar,
y el Hijo que nos dieras,
fruto de tu virginidad,
y de la Luz verdadera.

El cielo llorar quería,
porque tardabas en salir,
y sus lágrimas contenía,
al ver tu palio venir,
la tarde se oscurecía,
y la noche fue gentil,
porque todos sabían,
quién estaba allí.

La de ángeles Señora,
la Virgen Inmaculada,
la Madre Corredentora,
entre varales llevada,
el crepúsculo y la aurora,
con su cara sonrosada,
y expresión que nos devora,
¡Ay!, Madre Bienaventurada.


La música suena,
tus bambalinas se agitan,
ante tu carita serena,
serena y tan rebonita,
viene la Luna llena,
con una belleza exquisita,
con una carita sin pena,
y de una gracia infinita.

Cara aún más hermosa,
porque Tú has decidido,
que unas manos primorosas,
sientan tu cutis florido,
y vayas esplendorosa,
con tu blanco vestido,
en esa salida gozosa,
por los años transcurridos.

¡Ay!, azucena choquera.
¡Ay!, morena samaritana,
eterno jardín de primavera,
hermoso sol de la mañana,
pura y fresca ribera,
de una nave capitana,
en la que Dios pusiera,
tu trono de filigranas.

Con ropas de majestad,
entre blancas mantillas,
la tarde ve pasar,
pasar esa maravilla,
desde el palio al costal,
del faldón a la toquilla,
y esa faz sin igual,
de la frente a la barbilla.

La noche se funde ya,
al templo ha regresado,
se aquieta el varal,
el cirio han apagado,
Ella a solas está,
todo se ha terminado,
pero habrá otra levantá,
habrá otro día soñado.