Nuestra Señora del Valle

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

Se oscurece el día,
y la tempestad se desata,
pero camina María,
bajo crestería de plata,
el valle recorría,
en pos de la reata,
que para su Hijo traían,
y que en un madero matan.

Oscuro y tenebroso,
es su recorrido,
recto o sinuoso,
en su pecho dolorido,
la sangre del glorioso,
le nublan los sentidos,
y el recuerdo gozoso
de que Ella, lo ha parido.

Caminando tras de Él,
en la cruz clavado,
viendo su sangre verter,
por las llagas y el costado,
aumentando el padecer,
de su pecho inmaculado,
al verle lacerada la piel,
de golpes que le han dado.

Esparto en la cintura,
escoltan su dolor,
ya se cumplió la Escritura,
y murió el Redentor,
ya es noche oscura,
y el llanto desgarrador,
el valle es espesura,
en la Madre del Salvador.

El viento trae sonidos,
que huelen a soledad,
y el aire se ha adormecido,
contemplando a la Verdad,
la sangre que ha vertido,
enerva su caminar,
y en su pecho se ha prendido,
el puñal de la maldad.

Nuestra Señora del Valle,
espejo de hermosa luna,
llevas sangrando el talle,
sin esperanza alguna,
tras verlo en la calle,
y recordarlo en la cuna,
con la cruz de nuestro valle,
la cruz de nuestra fortuna.