María S. en la Resignación

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

Las sombras han cuajado,
su pregón a la muerte,
el Cordero ha expirado,
y su cuerpo cae inerte,
al madero se ha abrazado,
un corazón silente,
roto y desmadejado,
por un dolor creciente.

Resignación, Dios mío,
dame resignación,
que es tal mi desvarío,
que no hallo la razón,
se ha desbordado el río,
el río de mi pasión,
y es tanto su poderío,
que sangra mi corazón.

Bajarlo de una vez,
quitarlo de la cruz,
ayudadme a descender,
la fuente de mi virtud,
dejádmelo coger,
coger con prontitud,
que cerca quiero tener,
el cuerpo de mi Jesús.

Apartarle el sudario,
ponerlo sobre el suelo,
el suelo del Calvario,
y dueño de su madero,
todo está solitario,
y ya se ha roto el velo,
se fueron sus adversarios,
llevándose mis anhelos.

¿Pedro dónde estás?,
dicen que le has negado,
no me lo puedo imaginar,
dime que te ha pasado,
¿dónde han ido los demás?,
el viento se los ha llevado,
tan solamente Juan,
conmigo se ha quedado.

Resignación de mi dolor,
alivia esta pena mía,
que no me resta valor,
tan sólo soy María,
ayudadme mi Dios,
que vuelva la luz del día,
grande es mi resignación,
pero, más la agonía.