Nuestra Señora de los Dolores, Alcaudete (Jaén)

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

Cuando clarea la aurora,
y el día ya tiene luz,
entre dolores la Señora,
camina tras su Hijo Jesús,
una pasión la devora,
viéndolo con la cruz,
y a sus ojos afloran,
lágrimas de plenitud.

El Templo solo ha quedado,
en silencio de soledad,
Jesús lo ha abandonado,
y Ella le sigue detrás,
va con la cruz cargado,
sin apenas fuerzas ya,
con su cuerpo arrodillado,
sin que le pueda ayudar.

Sin herida en su costado,
pero sangrándole las sienes,
la corona se le ha clavado,
de las espinas que contiene,
en la piedra se ha apoyado,
porque el dolor lo retiene,
no habiéndose levantado,
por el peso que mantiene.

El costal ha ralentizado,
su mover majestuoso,
porque su cara ha reflejado,
un rictus doloroso,
las pestañas han sombreado,
unos ojos primorosos,
y su óvalo está demacrado,
para sumun de lo hermoso.

Ya se acerca la hora,
ya llegó el momento,
el ansia la devora,
grande es su sufrimiento,
es negra la aurora,
y la pasión de su tormento,
¿qué te pasa Señora?,
¿cuál es tu padecimiento?.

En pública subasta,
mi Hijo será vendido,
¿es que su cruz no basta?,
¿no es suficiente castigo?,
mi corazón se devasta,
al verlo envilecido,
y el alma se me abrasa,
al pensar que lo he parido.

¿Quién lo ha ganado?,
¿qué será de Él?,
¿será crucificado,
o tal vez me lo den?,
su cuerpo va martirizado,
entre mofas y desdén,
¿por qué han azotado,
al Niño de mi Belén?.

Ya tu cuerpo han vendido,
¡ay!, Jesús de mi corazón,
tengo el vientre dolorido,
por culpa de una traición.
al Calvario eres conducido,
sin consuelo ni perdón,
si sólo habías venido,
a traerles la salvación.

Manto de mi amargura,
reflejo de tu pasión,
color de noche oscura,
y luz de mi Anunciación,
dolores de levadura,
madero de inmolación,
puñal de hoja dura,
ahondando mi desesperación.

Limpiarle el sendero,
tres veces se ha caído,
no puede con el madero,
por los golpes recibidos,
saber que yo lo quiero,
dentro de mí lo he tenido,
¿por qué vastó el dinero,
para que fuera vendido?.