María Santísima de la Estrella

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

La noche es cerrada,
de luz muy oscura,
ni siquiera un lámpara,
ilumina su amura.
En la barriada,
hay quien procura,
levantar el ancla,
para encontrar su figura.

De súbito en el firmamento,
con rutilante brillo,
y un fulgor intenso,
surge blanquísimo lirio,
que se abaja al huerto,
para intentar su alivio,
a Jesús del Prendimiento,
en su incipiente martirio.

Su nombre es Estrella,
la concepción inmaculada,
más hermosa y bella
que la luz de la alborada.
Virginal doncella,
por ángel anunciada,
que por fin llega
hasta su barriada.

Hermosura serena,
refleja su cara,
e infinita pena,
a través de sus lágrimas,
ante esa escena,
grabada en su alma,
igual que la cuerda,
en las manos que apresaran.

Inclinada de dolor,
su excelsa cabeza,
gimiendo su voz,
en callada queja.
Madre de Dios,
Santísima Estrella,
Reina de la devoción,
que el Carmen te profesa.