A la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora

 

Bachiller Céspedes 

 

 

Clara luz, lumbrosa estrella,
lucero de la mañana,
Madre Virgen la más bella,
la más limpia y sin querella
de nuestra miseria humana:
¿qué saber sabrá decir,
ni qué sentido sentir
vuestra excelencia infinida?
Que quien no tiene medida
muy mal se puede medir.

Yo no sé loor que daros,
con que más holguéis vos,
ni con qué más agradaros,
sino con siempre llamaros,
Virgen y Madre de Dios.
Deciros fuente sellada,
deciros puerta cerrada,
y de aguas vivas un pozo;
no sentiréis tanto gozo,
cuanto en ser Madre llamada. 

Porque por Madre ganasteis
ser de culpa preservada:
por Madre de Dios gozasteis
de un gran nombre que cobrasteis,
que es de ser nuestra abogada.
Por Madre de Dios graciosa,
sois Madre, Hija y Esposa:
por Madre de Dios que os quiso,
sois, Reina del paraíso,
después de él la más preciosa. 

Por Madre de Dios tenéis
la mano en nuestra concordia:
por Madre de Dios podéis
llamaros, cuando queréis,
Madre de misericordia.
Por Madre de Dios querida,
que es la vida, sois Vos vida:
por Madre, nuestra esperanza,
por Madre, nuestra holganza,
por Madre, nuestra escogida. 

Por Madre de Dios tenemos
en el cielo a vos por Madre:
por Madre de Dios podemos,
cada hora que queremos,
alcanzar perdón del Padre.
Del Hijo Madre os llamamos
desterrados los que estamos;
por Madre de Dios se espera,
que nos seréis medianera,
para que a la gloria vamos. 

 

Fuente: statveritas.com.ar