A la Inmaculada Concepción 

 

Fray Damián de Vegas

 

 

Reina de los serafines,
por qué no pornán las gentes,
principios muy diferentes
en los diferentes fines? 

Los que os dan un fin tan alto
como ser Madre de Dios,
¿por qué imaginan en vos
principio imperfecto y falto? 

¿Por qué nos igualaremos
con vos los que delinquimos,
que en culpa nos concebimos
e hijos de ira nacemos? 

¿Por qué hija de ira vos,
siendo Madre sin ofensa,
de la mansedumbre inmensa
que es el Cordero de Dios? 

¿Por qué, Madre de desgracia,
formada en la iniquidad,
la Madre de la bondad
y la fuente de la gracia? 

¿Por qué había Dios de hacella
de material enfermizo,
la que él medicina hizo
para cuantos van a ella? 

¿Por qué daría al través,
ni con Adán erraría
laque el camino y la guía,
de aquellos que yerran es? 

Ved: ¿La noche con el día?
¿Qué tienen que ver ahora,
las tinieblas con la aurora
ni el pecado con María? 

¿Lo manchado de alto arriba
con la que no tiene mota,
la cisterna seca y rota
con el pozo de agua viva? 

¿La puerta oriental del cielo
con la espelunca infernal,
ni el trono y silla real
con el hollado escabelo?

¿Qué la espina con la rosa;
qué con la paloma el cuervo;
qué el agraz crudo y acerbo
con la manzana sabrosa? 

¿Qué con el oro más puro
el metal envilecido,
ni qué el paredón caído
con la fuerte casa y muro? 

¿Qué el rico montón de trigo
con la pedriza escabrosa,
ni qué la vid abundosa
con el loco cabrahigo? 

¿Quién del Líbano la nieve,
de mortal pie no tocada,
compara a la escarcha hollada,
a que todo pie se atreve? 

Fuera mala ceremonia
poner en un mismo andén
la Flor de Jerusalén
con la hez de Babilonia. 

¿Quién osara comparar
la lóbrega sombra y negra
con el lucero, que alegra
cielo y aire, tierra y mar? 

¿Ni con el áspera ortiga
el lirio blando oloroso,
ni el dulce abrazo amoroso
con la agresión enemiga? 

Ni la ingrata y enfadosa
sierva ha de ser comparada
con la por extremo amada,
singular Hija y Esposa. 

¿Quién no ve que juzga mal,
si por un mismo sendero
lleva al milano ratero con
el águila caudal? 

¿Qué igualdad sería ésta,
tan injusta y desmedida,
la cambronera abatida
con el cedro o palma enhiesta? 

¿La fuente de agua que corre,
con la estante y enfermiza,
o la caña movediza
con la ebúrnea y firme torre? 

¿Quién, si no de seso falto,
medirá con un compás
los antros de Satanás
y el Templo de Dios muy alto? 

¿Ni quién el panal de miel
con la hiel compararía,
ni la desgraciada Lía
con la hermosa Raquel? 

¿Quién el Paraíso santo
de deleites comparalle
osaría con el valle
de lágrimas y de llanto? 

¿O quién la zarza, que al suelo
tuerce el paso comentado,
con el ciprés levantado,
que sube derecho al cielo? 

¿Quién la muy dulce vianda
con la hiel de los dragones,
ni el bramar de los leones
con la voz suave y blanda? 

¿Quién el estiércol podrido,
ni el cuerpo inerte medroso,
con el bálsamo oloroso
y cinamomo florido? 

¿Ni el peligroso desierto,
de abrojos y sierpes lleno,
con el huerto muy ameno,
de flor y fruta cubierto? 

Madre del inmenso Dios,
¿quién, si todo os queda atrás,
mide a vos con los demás?
¿Quién a los demás con vos? 

¿Qué fuerza, qué persuasión
habían de ser bastantes,
para juzgar semejantes
vuestra y nuestra Concepción? 

Pues sola a vos importaba
principio más generoso,
por alteza del Esposo
divino, que os esperaba. 

El cual, como se encendía,
de amor, de tan milagrosa
beldad: toda eras hermosa,
amiga mía, decía. 

Toda hermosa os llama allí,
porque nunca a os afeó
la culpa, y así añadió
Ninguna mancha hay en ti. 

Porque en vos, Virgen Real,
ninguna culpa fué hallada,
ni adquirida, ni heredada,
ni actual, ni original. 

Que a ser en algo viciosa
Vuestra Concepción Sagrada,
no fuérades de él llamada
toda limpia, y toda hermosa. 

Toda, y del todo perfecta,
sois, pues, Señora, de modo,
que siendo perfecta en todo,
en nada sois imperfecta. 

Esto, ¿quién lo negaría,
cuando vuestro Esposo Santo
por excelencia en su canto
os llama perfecta mía? 

Por donde os llamamos bien,
¡oh Virgen maravillosa!,
toda en el cuerpo hermosa,
toda en el alma también. 

Toda, en toda perfección
de pureza y de beldad,
toda en la Natividad
y toda en la Concepción. 

Con aquesta fe sincera,
Virgen, vivo y moriré
rogando en la misma fe,
que todo hombre viva y muera. 

Y con esto el hilo añudo,
porque en el silencio creo
podrá acabar el deseo
lo que la lengua no pudo.