María, Señora del Silencio

 

Cardenal Eduardo Pironio

 

 

María, Señora del silencio,
de la escucha y de la comunicación
Madre del Silencio y de la Humanidad,
tú vives perdida y encontrada
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.

Eres disponibilidad y receptividad.
Eres fecundidad y plenitud.
Eres atención y solicitud por los hermanos.
Estás vestida de fortaleza.

En ti resplandecen la madurez humana
y la elegancia espiritual.
Eres señora de ti misma
antes de ser señora nuestra
No existe dispersión en ti.

En un acto simple y total,
tu alma, toda inmóvil,
está paralizada e identificada con el Señor.
Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti.

El Misterio Total te envuelve y te penetra,
te posee, ocupa e integra todo tu ser.
Parece que todo quedó paralizado en ti,
todo se identificó contigo:
el tiempo, el espacio, la palabra,
la música, el silencio, la mujer, Dios.

Todo quedó asumido en ti, y divinizado.
Jamás se vio estampa humana
de tanta dulzura,
ni se volverá a ver en la tierra
mujer tan inefablemente evocadora.

Sin embargo, tu silencio no es ausencia
sino presencia
estás abismada en el Señor,
y al mismo tiempo,
atenta a los hermanos, como en Caná.

Nunca la comunicación es tan profunda
como cuando no se dice nada,
y nunca el silencio es tan elocuente
como cuando nada se comunica.

Haznos comprender que el silencio
no es desinterés por los hermanos
sino fuente de energía e irradiación;
no es repliegue sino despliegue,
y que, para derramarse,
es necesario cargarse.

El mundo se ahoga
en el mar de la dispersión,
y no es posible amar a los hermanos
con un corazón disperso.

Haznos comprender que el apostolado,
sin silencio, es alienación;
y que el silencio, sin el apostolado,
es comodidad.

Envuélvenos en el manto de tu silencio,
y comunícanos la fortaleza de tu fe,
la altura de tu esperanza,
y la profundidad de tu amor.

Quédate con los que quedan,
y yente con los que nos vamos.
Oh Madre Admirable del Silencio!