Romance de los Cargadores de la isla

 

Padre Tomás Polvorosa

 

 

Madre, la puerta entornada
de mi corazón desierto
ha dejado siempre abierto
un resquicio a tu mirada.

En la intimidad velada
he quedado al descubierto,
y ahora siento el desconcierto
de mi desnudez privada.

La vergüenza me acongoja,
Virgen del Carmen, por dentro
donde el pudor se sonroja.

Hoy, descentrado, me centro
saliendo, Madre, a tu encuentro
para que Cristo me acoja.