A la Virgen de Guadalupe 

 

María Sánchez Fernández

 

 

Allá en el campo abierto,
entre la blanda tierra que la acuna
surge como una espiga
quebrada de su tallo.

¡Es tan pequeña y grácil!

¡Tan oscuro su rostro campesino!
¡Tan honda la expresión de su mirada
que dice amores, como amores pide!

El cielo se derrama en mil destellos.
La tierra se desborda de rocíos
y ella espera al amor, y el amor llega
en forma de unas manos agrietadas
por perfumes de surcos y terrones.

Y esas manos, con mimo la levantan,
con mimo la acarician
hasta hacerse tan suaves como rosas.

¡El campesino Juan!
¡Bendito entre benditos!,
la lleva entre temblores de alborozo
al regazo sagrado de su hogar.

Y su hogar se hace grande como un pueblo.
Y ese pueblo la aclama, la recibe
y en dulzuras de frutos y de mieles
le dice: ¡Madre nuestra!,
le dice: ¡Reina nuestra!

Y una sonrisa dulce,
de espiga coronada,
se desborda con olas de ternura
en los campos de soles incendiados.

Y allí funda su Reino,
entre jaras y cantos de chicharras.
Entre mieses y ramos de aceitunas.

Y el pueblo la idolatra, la visita.
Y ella visita al pueblo, que es su pueblo,
derramando mil gracias y dulzuras,
mientras el Gavellar se queda solo
anhelando el regreso de su espiga.



Del Pregón Oficial de la Romería
De Ntra. Sra. de Guadalupe -Úbeda